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para todos aquellos fanaticos de las historias de ficcion y los vampiros en este blog publicare los libros de la exitosa saga que a arrasado por EEUU cronicas vampiricas (de la serie vampires diarie)...


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jueves, 21 de enero de 2010

CONFLICTO-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 10

Sonó la campana. No había tiempo para regresar al comedor
e informar a Bonnie y a Meredith. Elena fue a su siguiente
clase, pasando ante los rostros vueltos y las miradas hostiles
que se estaban Volviendo demasiado familiares esos días.
Fue difícil, en clase de historia, no mirar fijamente a Caroline,
no dejar que Caroline supiera que lo sabía. Alaric preguntó
PIH' Matt y Stefan, que estaban ausentes por segundo día
consecutivo, y Elena se encogió de hombros, sintiéndose
desprotegida y expuesta. No confiaba en aquel hombre de
sonrisa juvenil y los ojos color avellana y en su ansia de
información sobre la muerte, del señor Tanner. y Bonnie, que
se limitaba a contemplar a Alaric: enternecedoramente, no
servía en absoluto de ayuda.
Después de clase, captó un retazo de la conversación de Sue
Carson.
- ... está de vacaciones de la facultad..., no recuerdo
exactamente dónde".
Elena ya estaba cansada de mantener un silencio discreto.
Giró en redondo y habló directamente a Sue y a la chica con la
que ésta charlaba, irrumpiendo sin ser invitada en su
discusión.
-Si yo fuera tú -le dijo a Sue-, me mantendría alejada de,
Damon, Lo digo en serio.
Hubo una risa sobresaltada y turbada. Sue era una de las
pocas personas del instituto que no había evitado a Elena, y
ahora tenía el aspecto de desear haberlo hecho.
-¿Quieres decir -dijo la otra muchacha en tono vacilante- que
también te pertenece? O ...
La risa de la propia Elena fue discordante.
-Quiero decir que es peligroso –contestó-. Y no bromeo.
Se limitaron a mirarla, y Elena les ahorró la violencia de
tener que responder girando sobre los talones y alejándose.
Recogió a Bonnie del grupito extraescolar de seguidores de
Alaric y se encaminó hacia la taquilla de Meredith.
-¿Adónde vamos? Pensaba que íbamos a hablar con Caroline.
-Ya no -respondió Elena-. Espera hasta que lleguemos a casa.
Entonces os diré el motivo.
-No puedo creerlo -dijo Bonnie una hora más tarde-.Quiero
decir, lo creo pero no puedo creerlo. Ni siquiera de Caroline.
-Es Tyler -dijo Elena-. Es a él a quien se le ha ocurrido el gran
plan. Después diréis que a los hombres no les interesan los
diarios.
-En realidad, deberíamos darle las gracias –comentó
Meredith-. A él le debemos que al menos tenemos hasta el Día
del Fundador para hacer algo. ¿Por qué dijiste que sería el Día
del Fundador, Elena?
-Tyler tiene algo contra los Fell.
-Pero están todos muertos -dijo Bonnie.
-Bueno, eso no parece importarle a Tyler. Recuerdo que
también habló de ello en el cementerio cuando
contemplábamos su tumba. Cree que robaron a sus
antepasados el lugar que les corresponde como fundadores de
la ciudad, o algo así.
-Elena -dijo Meredith en tono serio–, ¿hay algo más en el
diario que pueda perjudicar a Stefan? Además de la cosa
sobre el anciano, quiero decir.
-¿No es eso suficiente?
Con aquellos ojos firmes y oscuros fijos en ella, Elena sintió el
aleteo de un malestar entre sus costillas. ¿Qué estaba
preguntando Meredith?
-Suficiente para echar a Stefan de la ciudad, como dijeron
ellos -le dio la razón Bonnie.
-Suficiente para que recuperemos el diario que tiene Caroline
en su poder -dijo Elena-. La única cuestión es ¿cómo?
-Caroline dijo que lo tenía oculto en algún lugar seguro. Eso
probablemente significa su casa. -Meredith se mordisqueó el
labio pensativamente-. Sólo tiene ese hermano que está en
octavo, ¿verdad? Y su madre no trabaja, pero va a comprar a
Roanoke con asiduidad. ¿Todavía tienen una sirvienta?
-¿Por qué? -dijo Bonnie-. ¿Qué importa eso?
-Bueno, no queremos que entre nadie mientras estamos
robando en la casa.
-¿Mientras estamos qué? -La voz de Bonnie se alzó en un
agudo chillido–.¡No puedes decirlo en serio!
-¿Qué se supone que debemos hacer, simplemente sentarnos
y aguardar hasta el Día del Fundador y dejar que lea el diario
ante toda la ciudad? Ella lo robó de tu casa. Simplemente
hemos de traerlo de vuelta -respondió Meredith con
exasperante tranquilidad.
-Nos cogerán. Nos expulsarán del instituto..., si es que no
acabamos en la cárcel. -Bonnie volvió la cabeza hacía Elena
en actitud suplicante-. Díselo, Elena.
-Bueno...
Con toda honradez, la perspectiva intranquilizaba un poco a
Elena. No era tanto la idea de la expulsión, o incluso de la
cárcel, como la idea de ser atrapada haciéndolo. El rostro
altivo de la señora Forbes flotó ante sus ojos, lleno de
justificada indignación. Luego cambió por el de Caroline,
riendo con rencor mientras su madre señalaba con dedo
acusador a Elena.
Además, parecía tal Violación entrar en la casa de alguien
cuando no había nadie allí para rebuscar en sus posesiones.
Odiaría que alguien se lo hiciera a ella. Pero, desde luego,
alguien lo había hecho. Caroline había violado la casa de
Bonnie, y en aquellos instantes tenía en sus manos la más
íntima posesión de Elena.
-Hagámoslo -dijo Elena en voz queda-. Pero hagámoslo con
cuidado.
-¿No podemos hablarlo? -inquirió Bonnie con tono débil,
paseando la mirada del rostro decidido de Meredith al de
Elena.
-No hay nada de qué hablar. Tú vienes -le indicó Meredith-.
Lo prometiste -añadió cuando Bonnie tomó aire para volver a
objetar, y alzó su dedo índice.
-¡El juramento de sangre fue sólo para ayudar a Elena a
conseguir a Stefan!-exclamó Bonnie.
-Vuelve a pensar -dijo Meredith-. Juraste que harías
cualquier cosa que Elena pidiera con relación a Stefan. No
había nada sobre un límite de tiempo o sobre «sólo hasta que
Elena le consiga».
Bonnie se quedó boquiabierta. Miró a Elena, que casi reía
muy a pesar suyo.
-Es cierto -respondió ésta, solemne–. Y tú misma lo dijiste:
«Jurar con sangre significa que tienes que mantener tu
promesa suceda lo que suceda».
Bonnie cerró la boca e irguió la barbilla.
-De acuerdo -replicó con tono sombrío–. Ahora estoy
obligada durante el resto de mi vida a hacer lo que Elena
quiera que haga respecto a Stefan. Maravilloso.
-Ésta es la última cosa que te pediré jamás -dijo Elena-. y lo
prometo. Juro que...
-¡No lo hagas! -intervino Meredith, repentinamente seria-. No
lo hagas, Elena. Podrías lamentarlo más tarde.
-¿Ahora también tú te estás aficionando a las profecías?
-inquirió Elena, y luego preguntó-: Así pues, ¿Cómo vamos a
conseguir la llave de la casa de Caroline durante una hora más
o menos?.
“Sábado,,9 de noviiembre
Queriido Diiariio:
Lamento que haya transcurrido tanto tiempo. Últimamente
he estado demasiado ocupada o demasiado deprimida –o
ambas cosas– para escribir. Además, con lodo lo que ha
sucedido, ya casi tengo miedo de mantener un diario. Pero
necesito alguien a quien recurrir, porque justo ahora no existe
un solo ser humano, una sola persona en la Tierra, a la que no
esté ocultando algo.
Bonnie y Meredith no pueden saber la verdad sobre Stefan.
Stefan no puede saber la verdad sobre Damon. Tía Judith no
puede saber nada de nada. Bonnie y Meredith saben lo de
Caroline y lo del diario; Stefan, no. Stefan sabe lo de la
verbena que uso cada día ahora; Bonnie y Meredith, no.
Incluso aunque he dado a ambas bolsitas repletas de ella. Una
buena cosa: pacrece funcionar y al menos no he vuelto a
andar sonámbula desde esa noche. Pero sería una mentira
decir que no he estado soñando con Damon, Aparece en todas
mis pesadillas.
Mi vida está llena de mentiras en estos momentos, y necesito
a alguien con quien pueda ser totalmente honesta. Voy a
ocultar este diario bajo la tabla suelta del armario, de modo
que nadie lo encuentre, incluso aunque caiga muerta y vacíen
mi habitación A lo mejor alguno de los nietos de Margaret
jugará allí dentro algún día y alzará la tabla y lo sacará, pero
hasta entonces, nadie.
Este diario es mi último secreto.
No sé por qué pienso en la muerte y en morir. Ésa es la manía
de Bonnie; es ella quien piensa que sería muy romántico. Yo
sé lo que es realmente: no hubo nada de romántico en ello
cuando mamá y papá murieron. Simplemente, las peores
sensaciones del mundo. Quiero vivir durante mucho tiempo,
casarme con Stefan y ser feliz. Y no hay motivo para que no
pueda, una vez que todos estos problemas queden atrás.
Excepto que hay veces en las que me asusto y no creo eso. Y
hay cositas que no deberían importar, pero que me
preocupan. Como por qué Stefan lleva todavía el anillo de
Katherine colgado al cuello, incluso aunque sé que me ama.
Como por qué no ha dicho nunca que me ama, incluso a pesar
de que yo sé que es cierto. No importa. Todo saldrá bien.
Tiene que salir bien. Y entonces, estaremos juntos y seremos
felices. No hay motivo para que no podamos serlo. No hay
motivo para que no podamos serlo. No hay motivo.
*
Elena dejó de escribir, intentando mantener las letras de la
página enfocadas. Pero sólo se desdibujaron más, y cerró el
libro antes de que una lágrima delatora pudiera caer sobre la
tinta. Luego fue hacia el armario, levantó la tabla suelta con
una lima de uñas y colocó el diario debajo.
Llevaba la lima de uñas en el bolsillo una semana más tarde,
cuando las tres, Bonnie, Meredith y ella, se detuvieron ante la
puerta trasera de la casa de Caroline.
-Daos prisa -siseó Bonnie desesperada, paseando la mirada
por el patio como si esperara que algo saltara sobre ellas-.
¡vamos, Meredith!
-Ya está –dijo Meredith cuando la llave encajó por fin
correctamente, en la cerradura con pestillo y el pomo cedió
con el giro de sus dedos-. Estamos dentro
-¿Estás segura de que no están en casa? Elena, ¿y si regresan
temprano? ¿Por qué no podíamos hacer esto de día, al
menos?
-Bonnie, ¿quieres entrar de una vez? Ya hemos hablado de
todo esto. La sirvienta está siempre aquí durante el día. Y no
regresarán temprano hoy, al menos que alguien se ponga
malo en Chez Louis. ¡Ahora, vamos! -dijo Elena.
-Nadie osaría ponerse enfermo en la cena de cumpleaños del
señor Forbes -le dijo Meredith con tono consolador a Bonnie
mientras la menuda muchacha pasaba al interior-. Estamos a
salvo.
-Si tienen dinero suficiente para ir a restaurantes caros, una
pensaría que podrían permitirse dejar unas cuantas luces
encendidas -replicó Bonnie, negándose a dejarse consolar.
En privado, Elena le dio la razón en eso. Resultaba extraño y
desconcertante vagar por la casa de otra persona en la
oscuridad. Su corazón martilleó asfixiantemente mientras
ascendían por la escalera. Su palma, que aferraba la linterna
de llavera que mostraba el camino, estaba húmeda y
resbaladiza Pero no obstante todos los síntomas físicos de
pánico, su mente seguía operando con frialdad, casi con
indiferencia
-Tiene que estar en su dormitorio -dijo.
La ventana de Caroline daba a la calle, lo que significaba que
tenían que ser más cuidadosas aún para que no se viera
ninguna luz allí. Elena balanceó el diminuto haz de la linterna
de un lado para otro con una sensación de desaliento. Una
cosa era planear registrar la habitación de alguien, imaginar
mentalmente la revisión eficiente y metódica de los cajones, y
otra era estar realmente allí de pie, rodeada por lo que parecía
un millar de lugares donde ocultar algo, y sentir miedo de
tocar nada por si Caroline advertía que lo habían movido.
Las otras dos muchachas también estaban totalmente
inmóviles.
-Quizá deberíamos ir a casa -sugirió Bonnie en voz baja
Meredith no la contradijo.
-Tenemos que intentarlo. Al menos intentarlo -dijo Elena,
oyendo lo hueca y poquita cosa que sonaba su voz.
Abrió con cuidado un cajón de la cómoda alta y pasó la luz
por encima de los delicados montones de ropa interior de
encaje. Unos instantes de hurgar entre ellos le bastaron para
comprobar que no había nada parecido a un libro debajo.
Colocó bien los montoncitos y volvió a cerrar el cajón. Luego
soltó aire
-No es tan difícil-dijo-. Lo que necesitamos es dividir la
habitación y luego registrarlo todo en nuestra sección, cado
cajón, cada mueble, cada objeto bastante grande para ocultar
un diario dentro
Se asignó el armario, y lo primero que hizo fue palpar las
tablas del suelo con su lima de uñas. Pero las tablas de
Caroline parecían estar todas bien pegadas, y las paredes del
armaio empotrado sonaron sólidas. Rebuscando entre las
ropas de Caroline, encontró varias cosas que ella había dejado
a la otra muchacha el año anterior. Se sintió tentada
dellevárselas, pero, por supuesto, no podía. Un examen de los
zapatos y los bolsos de Caroline no reveló nada, incluso
cuando arrastró una silla hasta allí para investigar el estante
superior del armario a fondo
Meredith estaba sentada en el suelo examinando un montón
de animales de peluche que habian sido relegados a un arcón
junto con otros recuerdos infantiles. La muchacha pasó los
largos y sensibles dedos sobre cada uno, buscando
hendiduras en el material. Cuando llegó a un caniche
esponjoso, se detuvo
-Yo le regalé esto -murmuró–. Creo que en su décimo
cumpleaños. Pensaba que lo habría tirado.
Elena no pudo ver sus ojos; la propia linterna de Meredith
estaba dirigida hacia el caniche. Pero supo cómo se sentía su
amiga.
-Intenté hacer las paces con ella -dijo en voz baja-. Lo hice,
Meredith, en la Casa Encantada. Pero prácticamente me dijo
que jamás me perdonaría por quitarle a Stefan. Ojalá las
cosas fueran distintas, pero ella no quiere dejar que lo sean.
-De modo que ahora es la guerra.

-De modo que ahora es la guerra -dijo Elena, categórica y
contundente.
Observó mientras Meredith dejaba el caniche a un lado y
tomaba el siguiente animal; luego regresó a su propio
registro.
Pero no tuvo mejor suerte con el tocador de la que había
tenido con el armario empotrado. Y con cada momento que
transcurría se sentía más inquieta, más segura de estar a
punto de escuchar cómo un coche se detenía en el camino de
acceso de los Forbes.
-No sirve de nada -dijo Meredith por fin, palpando debajo del
colchón de Caroline–. Debe de haberlo escondido. Esperad.
Hay algo aquí. Palpo una esquina
Elena y Bonnie la miraron fijamente desde lados opuestos de
la habitación, momentáneamente paralizadas.
-Lo tengo. ¡Elena, es un diario!
El alivio descendió como una exhalación a través de Elena e
hizo que se sintiera como un pedazo de papel arrugado que
alisan y estiran. Podía volver a moverse. Respirar era
maravilloso Lo había sabido, había sabido todo el tiempo que
nada realmente terrible podía sucederle a Stefan. La vida no
podía ser tan cruel, no con Elena Gilbert. Todos estaban a
salvo ahora.
Pero la voz de Meredith sonó perpleja.
-Es un diario. Pero es verde, no azul. Es el diario equivocado.
-¿Qué?
Elena le arrebató el pequeño cuaderno y dirigió su linterna
sobre él, intentando convertir el verde esmeralda de la tapa
en azul zafiro. No funcionó. Aquel diario era casi exactamente
como el suyo, pero no era el suyo.
-Es el de Caroline -dijo estúpidamente, sin querer creerlo
aún.
Bonnie y Meredith se apelotonaron junto a ella. Todas
miraron el libro cerrado, y luego se miraron entre sí.
-Podría haber pistas -dijo Elena despacio.
-Es muy justo –convino Meredith.
Pero fue Bonnie quien realmente tomó el diario y lo abrió
Elena escudriñó por encima de su hombro la letra puntiaguda
e inclinada hacia atrás de Caroline, tan diferente de las
mayúsculas de imprenta de las notas violeta. Al principio, sus
ojos no conseguían enfocar bien, pero luego un nombre le
saltó a la vista: Elena.
-Esperad. ¿Qué es esto?
Bonnie, que era la única que estaba realmente en una
posición que permitiera leer más de una o dos palabras,
permaneció en silencio un momento, moviendo los labios.
Luego resopló.
-Escuchad esto -dijo, y leyó-: «Elena es la persona más
egoísta que he conocido jamás. Todo el mundo piensa que es
muy equilibrada, pero lo cierto es que es sólo frialdad. Da
asco el modo en que la gente le hace lapelota, sin advertir
jamás que no le importa un bledo nadie ni nada que no sea
Elena».
-¿Caroline dice eso? ¡Quién fue a hablar!
Pero Elena sintió que le ardía el rostro. Era, prácticamente, lo
que Matt le había dicho cuando ella iba tras Stefan.
-Vamos, hay más -dijo Meredith, dando golpecitos a Bonnie,
que prosiguió en tono ofendido.
-«Bonnie resulta casi igual de imposible estos días, siempre
intentando hacerse la importante. Lo último es fingir que es
médium para que la gente le preste atención. Si realmente
fuese médium, descubriría que Elena simplemente la está
utilizando.»
Hubo una pausa embarazosa, y luego Elena dijo:
-¿Eso es todo?
-No, hay un trozo sobre Meredith: «Meredith no hace nada
para detenerlo. De hecho, Meredith no hace nada; se limita a
observar. Es como si no pudiera actuar; sólo puede reaccionar
a las cosas. Además, he oído a mis padres hablar sobre su
familia ... , no me sorprende que nunca la mencione.» ¿Qué se
supone que significa eso?
Meredith no se había movido, y Elena veía únicamente su
cuello y su barbilla en la tenue luz. Pero la muchacha habló
con voz baja y firme.
-No importa. Sigue mirando, Bonnie, en busca de algo sobre
el diario de Elena.
-Busca alrededor del dieciocho de octubre. Fue cuando lo
robaron -indicó Elena, dejando de lado sus preguntas; ya se
las haría a Meredith No había ninguna anotación para el
dieciocho de octubre ni el fin de semana siguiente; de hecho,
sólo había unas pocas anotaciones en las semanas siguientes.
Ninguna de ellas mencionaba el diario.
-Bueno, entonces eso lo zanja -dijo Meredith, sentándose
hacia atrás-. Este libro no sirve. A menos que queramos
chantajearla con él. Ya sabes, algo como que no mostraremos
el suyo si ella no muestra el tuyo.
Era una idea tentadora, pero Bonnie detectó el fallo.
-No hay nada malo sobre Caroline aquí; no son más que
quejas sobre otras personas. Principalmente nosotras.
Apuesto a que a Caroline le encantaría que lo leyeran en voz
alta ante todo el instituto. Le alegraría el día.
-Entonces, ¿qué hacemos con él?
-Devolverlo a su sitio -respondió Elena con voz cansina.
Paseó la luz de la linterna por la habitación, que a sus ojos
parecía estar repleta de sutiles diferencias en comparación
con la que había a su llegada.
-Simplemente tendremos que seguir fingiendo que no
sabemos que ella tiene mi diario, y esperar otra oportunidad.
-De acuerdo -dijo Bonnie, pero siguió hojeando el librito,
dando rienda suelta de vez en cuando a un bufido o un siseo
indignados-,-. ¿Queréis oír esto? -exclamó.
-No hay tiempo -dijo Elena. Habría dicho algo más, pero en
ese momento Meredith habló, y su tono exigió la inmediata
atención de todo el mundo.
-Un coche.
Hizo falta sólo un segundo para determinar que el vehículo se
detenía en el camino de acceso de los Forbes. Los ojos y la
boca de Bonnie estaban abiertos y redondos, y la muchacha
parecía paralizada, arrodillada junto a la cama
-¡Marchad! Vamos -dijo Elena, arrebatándole el diario-.
Apagad las linternas y salid por la puerta trasera
Se movían ya, Meredith instando a Bonnie al frente. Elena se
dejó caer de rodillas y alzó el cubrecama, tirando hacia arriba
del colchón de Caroline. Con la otra mano empujó el diario al
frente, encajándolo entre el colchón y el volante que
circundaba la parte baja de la cama. Los muelles finamente
recubiertos se le clavaban en el brazo desde abajo, pero aún
peor era el peso del enorme colchón que le caía encima. Dio al
libro unos cuantos empujoncitos más con los dedos y luego
extrajo el brazo, estirando el cubrecama para dejarlo como
estaba.Dirigió una frenética mirada de nuevo a la habitación
mientras se marchaba; no había tiempo para arreglar nada
más ya. Mientras se movía veloz y en silencio hacia las
escaleras, oyó la llave en la puerta principal.
Lo que siguió fue una especie de juego espantoso de corre que
te pillo. Elena sabía que no la estaban persiguiendo
deliberadamente, pero la familia Forbes parecía decidida a
arrinconarla en su casa. Regresó por donde había venido
mientras voces y luces se materializaban en el vestíbulo al
dirigirse ellos hacia las escaleras. Huyó hasta el interior de la
última entrada pasillo abajo, y ellos parecieron seguirla.
Cruzaron el descansillo; estaban justo ante al dormitorio
principal. Giró en dirección al cuarto de baño contiguo, pero
vio encenderse luces de repente bajo la puerta cerrada,
cortándole la huida. Estaba atrapada. Los padres de Caroline
podrían entrar en cualquier momento. Vio las puertas
acristaladas que daban a la terraza y tomó su decisión en ese
mismo instante Fuera, el aire era fresco, y su respiración
jadeante resultaba ligeramente visible. Una luz amarilla
surgió a borbotones de la habitación junto a ella, y se
acurrucó aún más a la izquierda, manteniéndose fuera de su
camino. Luego, el sonido que había estado temiendo se
escuchó con terrible claridad: el chasquido de la manilla de
una puerta, seguido por un ondular de cortinas hacia el
interior al abrirse las puertas acristaladas
Miró a su alrededor frenéticamente. La distancia era
demasiado grande para saltar al suelo, y no había nada a lo
que sujetarse para descender. Eso dejaba sólo el tejado, pero
tampoco había nada que le sirviera para trepar. Con todo,
algún instinto le hizo intentarlo, y ya estaba sobre la
barandilla de la terraza y buscando a tientas algún lugar al
que asirse en lo alto cuando una sombra apareció en las
vaporosas cortinas. Una mano las separó, una figura empezó
a salir, y entonces Elena sintió que algo le agarraba con fuerza
la mano, cerrándose sobre su muñeca e izándola hacialo alto.
Se dio impulso automáticamente con los pies y se encontró
trepando a gatas por el tejado de tejas de madera. Mientras
intentaba tranquilizar la irregular respiración, miró adelante
agradecida para ver quién era su salvador... y se quedó
helada.

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