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para todos aquellos fanaticos de las historias de ficcion y los vampiros en este blog publicare los libros de la exitosa saga que a arrasado por EEUU cronicas vampiricas (de la serie vampires diarie)...


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martes, 2 de febrero de 2010

FURIA-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 3

Elena y Damon aguardaban en el cuarto oscuro. Stefan pudo sentir
su presencia en el pequeño anexo mientras abría la puerta al cuarto de
fotografía que estaba abierto y dejaba entrar a Matt.
“Se supone que estas puertas deberían estar cerradas,” dijo Matt
mientras Stefan encendía el switch de la luz.
“Estaban,” dijo Stefan. No sabía que más decir para preparar a Matt
para lo que venía. Nunca antes se había revelado deliberadamente
ante un humano.
Se detuvo, quieto, hasta que Matt volteó y lo miró. El salón de clases
era frío y silencioso, y el aire parecía ser pesado. Mientras el momento
se acercaba, vio cambiar la expresión de Matt lentamente de una
expresión desconcertante de dolor numerado a una de malestar.
“No lo comprendo,” dijo Matt.
“Sé que no lo comprendes.” Fue en busca de Matt, tiró a propósito
las barreras que ocultaban sus poderes a la percepción humana. Vio la
reacción en el rostro de Matt mientras el malestar se fundía en miedo.
Matt parpadeaba y sacudía su cabeza, su respiración empezaba a
acelerarse.
“¿Pero qué-?” dijo, su voz se agravaba.
“Posiblemente hay un montón de cosas que debes estar pensando
acerca de mí,” dijo Stefan. “El por qué uso lentes de sol con luces
fuertes. Por qué no como. Por qué mis reflejos son tan rápidos.”
Matt tenía su espalda contra el cuarto oscuro ahora. Su garganta se
cerró como si estuviera tragando. Stefan, con sus instintos sentidos de
depredador, pudo escuchar el corazón de Matt palpitar
deliberadamente.
“No,” dijo Matt.
“Debiste haberlo adivinado, debiste haberte preguntado a ti mismo
que me hacía tan diferente de todos los demás.”
“No. Quise decir-No me importa. Me mantengo fuera de cosas que
no son de mi importancia.” Matt se dirigía hacia la puerta, sus ojos se
clavaron hacia ella en un movimiento vagamente perceptible.
“No lo hagas, Matt. No quiero lastimarte, pero no puedo dejarte ir
ahora.”El pudo sentir vagamente la necesidad de liberar la emanación
de Elena en su ocultación. Espera, le dijo a ella.
Matt se mantuvo quieto, renunciando ante cualquier intento de
alejarse. “Si quieres asustarme, tu tienes,” dijo en voz baja. “¿Qué mas
quieres?”
Ahora, Stefan le dijo a Elena. Le dijo a Matt, “Date la vuelta.”
Matt volteó. Y ahogó un grito.
Elena se mantuvo ahí, pero no la Elena de la tarde, cuando Matt la
vio por última vez. Ahora sus pies estaba desnudos debajo del encaje
de su largo vestido. Los delgados pliegues del vestido blanco que
colgaban de ella se endurecieron con cristales de hielo que brillaban en
la luz. Su piel, siempre hermosa, presentaba un brillo invernal, y su
cabello dorado pálido parecía superpuesto por un brillo plateado. Pero
la verdadera diferencia estaba en su rostro. Esos ojos de color azul
profundo estaban cerrados profundamente, prácticamente con un
aspecto dormilón, y sin embargo parecían despiertos de manera poco
natural. Y una mirada de anticipación sensual y ansiedad se rizó
alrededor de sus labios. Ella fue más hermosa de lo que nunca lo había
sido en su vida, pero era una belleza aterradora.
Mientras Matt miraba, paralizado, la rosada lengua de Elena lamió
sus labios.
“Matt,” dijo, persistiendo sobre la primera consonante del nombre.
Luego sonrió.
Steffan oyó la respiración incrédula interna de Matt, y el sollozo
cercano cuando finalmente se alejó de el.
Está bien, dijo, enviándole el pensamiento a Matt en un aumento de
poder. Mientras Matt se acercaba altaneramente a él, con los ojos
abiertos en shock, agregó, “Entonces ahora lo sabes.”
La expresión de Matt decía que él no quería saberlo, y Stefan pudo
ver la negación en su rostro. Pero Damon dio un paso hacia fuera junto
con Elena y se movieron un poco a la derecha, agregando su presencia
a la cargada atmósfera del cuarto.
Matt estaba rodeado. Los tres se cerraron alrededor suyo,
inhumanamente hermosos, innatamente amenazadores.
Stefan pudo oler el miedo de Matt. Era el miedo desamparado del
conejo hacia el zorro, el ratón hacia el búho. Y Matt estaba en lo
correcto de estar temeroso. Ellos eran la especia cazadora; él era la
presa. Su trabajo en la vida era matarlo.
Y justo ahora los instintos estaban saliendo de control. Los instintos
de Matt le decían que se asustara y corriera, y eran reflejos disparados
en la mente de Steffan. Cuando la presa corre, el depredador lo caza;
era tan simple como eso. Los tres depredadores fueron presentados,
en el filo, y Stefan sintió que no podría ser responsable de las
consecuencias si Matt corría desesperadamente.
No queremos hacerte daño, le dijo a Matt. Es Elena quien te
necesita, y lo que necesita no te dejará permanentemente dañado. Ni
siquiera tendrá que lastimarte, Matt. Pero los músculos de Matt
seguían tensos como para escapar, y Stefan se dio cuenta que los tres
lo estaban acechando, moviéndose cada vez más cerca, listos para
cortar cualquier escape.
Dijiste que harías cualquier cosa por Elena, le recordó a Matt
desesperadamente y vio que tomó una decisión.
Matt liberó su respiración, la tensión se drenó de su cuerpo. “Tienes
razón, lo hice,” susurró. Visiblemente se abrazó a sí mismo antes de
continuar. “¿Qué es lo que necesita?”
Elena se inclinó hacia delante y posó un dedo en el cuello de Matt,
marcando el camino de la arteria.
“No esa,” dijo Stefan rápidamente. “No quieres matarlo. Dile,
Damon.” Agregó, cuando Damon no hizo ningún esfuerzo por hacerlo,
dile.
“Intenta aquí, o aquí.” Damon apuntó con clínica eficiencia,
sosteniendo la barbilla de Matt hacia arriba. Era lo suficientemente
fuerte como para que Matt no pudiera romper el agarre, y Stefan sintió
resurgir el pánico de Matt.
Confía en mí, Matt. Se movió detrás del cuerpo humano. Pero tiene
que ser tu decisión, terminó, lavado repentinamente en compasión.
Puedes cambiar de opinión.
Matt dudó y entonces habló entre dientes. “No. Aún quiero ayudarla.
Quiero ayudarte, Elena.”
“Matt,” susurró, sus ojos azules con filo de diamante se posaron en
él. Entonces recorrió con la vista desde su garganta hacia sus labios
parcialmente hambrienta. No había signos de incertidumbre que ella
mostró cuando Damon le sugirió alimentarse de los paramédicos.
“Matt.” Sonrió de nuevo, y entonces golpeó, rápido como un ave
cazadora.
Mientras Matt trataba de relajarse, una ayuda inesperada vino de
Elena, que irradiaba los pensamientos cálidos y felices de un cachorro
de lobo siendo alimentado. Obtuvo la técnica de mordida correcta en el
primer intento, y se llenó con orgullo inocente y con creciente
satisfacción mientras las punzadas filosas del hambre cesaban. Y con
apreciación por Matt, se dio cuenta Stefan, con un repentino choque de
celos. Ella no odiaba a Matt ni quería matarlo, porque no planteaba
ningún riesgo para Damon. Era aficionada a Matt.
Stefan le dejó tomar lo necesario mientras fuera seguro para Matt, y
luego intervino. Es suficiente, Elena. No quieres lastimarlo. Pero tomó
los esfuerzos combinados de él, Damon, y un atontado Matt para
sacarla de su presa.
“Ella necesita descansar,” dijo Damon. “La llevaré a algún lado
donde esté segura.” No le estaba preguntando a Stefan, se lo estaba
diciendo.
Mientras se alejaban, su voz mental agregó, para los oidos de
Stefan, Aún no me he olvidado de la manera en que me atacaste,
hermano. Hablaremos de eso después.
Stefan lo miró. Notó como los ojos de Elena permanecieron sobre
Damon, como lo seguía sin preguntarle nada. Pero estaba fuera de
peligro ahora; la sangre de Matt le había dado la fuerza que
necesitaba. Eso era todo de lo que Stefan tenía que hacerse cargo, y
se dijo a sí mismo que era todo lo que importaba.
Volteó para observar la expresión aturdida de Matt. El chico humano
se había hundido en una de las sillas de plástico y se quedó
observando hacia delante.
Entonces sus ojos se alzaron hacia Stefan, y se observaron
mutuamente de una manera lúgubre.
“Así que,” dijo Matt. “Ahora lo sé.” Sacudió su cabeza, volteándola de
manera discreta. “Pero todavía no puedo creerlo,” murmuró. Sus dedos
se presionaron cautelosamente a un lado de su cuello, y se sacudió por
el dolor. “Excepto por esto.” Su ceja dibujó una mueca de
desaprobación. “Ese chico-Damon. ¿Quién es él?”
“Mi hermano mayor,” dijo Stefan sin emoción. “¿Cómo conoces su
nombre?”
“Estaba en la casa de Elena la semana pasada. El gato riñó con él.”
Se detuvo Matt, recordando claramente algo. “Y Bonnie tiene algún
tipo de ajuste psíquico.”
“¿Tuvo una premonición? ¿Qué fue lo que dijo?”
“Ella dijo- ella dijo que La Muerte estaba en la casa.”
Stefan se quedó observando la puerta por la que Damon y Elena
habían pasado. “Estaba en lo correcto.”
“Stefan, ¿Qué está pasando?” Un tono de apelación entró en la voz
de Matt. “Sigo sin entenderlo. ¿Qué le pasó a Elena? ¿Va a ser de esa
manera para siempre? ¿No hay nada que se pueda hacer al respecto?”
“¿Ser cómo?” dijo Stefan brutalmente. “¿Desorientada? ¿Un
vampiro?”
Matt miró hacia un lado. “Ambos.”
“Por primera vez, ella será más racional ahora que se ha alimentado.
Eso es lo que Damon piensa de todos modos. Por lo otro, sólo hay una
cosa que puedes hacer para cambiar su condición.” Mientras los ojos
de Matt se abrieron con esperanza dibujada en ellos, Stefan continuó.
“Puedes tomar una estaca de madera y clavárselo en su corazón.
Entonces ella ya no será un vampiro nunca más. Simplemente estará
muerta.”
Matt se levantó y se dirigió hacia la ventana.
“No podrás matarla, sin embargo, porque eso ya ha pasado. Se
ahogó en el río, Matt. Pero debido a que tenía suficiente sangre para
mí” – pausó para aclarar su voz-“ y, sin embargo, por mi hermano, ella
cambió en vez de simplemente morir. Despertó como una cazadora,
como nosotros. Eso será todo lo que ella será ahora.”
Con su espalda todavía volteada, Matt contestó. “Siempre supe que
había algo distinto en ti. Me dije a mi mismo que era simplemente
porque eras de otro continente.” Sacudió su cabeza de nuevo en autodesprecio.
“Pero en lo más profundo sabía que era más que eso. Y algo
me decía que podía seguir confiando en ti, y así lo hice.”
“Como cuando fuiste conmigo para obtener la verbena.”
“Sí. Como eso.” Agregó, “¿Puedes decirme ahora para qué demonios
era?”
“Para la protección de Elena. Quería mantener a Damon alejada de
ella. Pero parece que eso no es lo que ella quería.” No pudo esconder
el dolor, la cruda traición, en su voz.
Matt volteó, “No la juzgues antes de conocer todos los hechos,
Stefan. Es algo que he aprendido.”
Stefan estaba asustado; entonces, le mostró una humorística sonrisa
pequeña. Como la pareja de Elena, el y Matt estaban en la misma
posición ahora. Se preguntó si sería tan gracioso como Matt lo había
sido. Tomar su derrota como un caballero.
No lo pensó así.
Afuera, un ruido empezó a sonar. Era inaudible a los oídos humanos,
y Stefan casi lo ingoró-hasta que las palabras penetraron en su
conciencia.
Entonces recordó lo que había hecho en esa escuela hace apenas
unas horas. Hasta ese momento, había olvidado todo acerca de Tyler
Smallwood y sus rudos amigos.
Ahora su memoria regresaba; vergüenza y horror cerraron su
garganta. Había estado fuera de su mente por el dolor sobre Elena, y
su razón se había escabullido bajo la presión. Pero esa no era excusa
para lo que había hecho. ¿Estaban todos muertos? ¿Había el, quien
había jurado hace mucho tiempo no volver a matar a nadie, asesinado
a seis personas ese día?
“Stefan, espera, ¿A dónde vas?” Como no le respondió, Matt lo
siguió, casi corriendo para alcanzarlo, fuera del edificio principal de la
escuela hacia el piso oscuro. Al otro lado del campo, el Sr. Shelby
estaba parado en la cabaña Quonset.
El rostro del conserje estaba gris y cubierta con líneas de horror.
Parecía que trataba de gritar, pero sólo un pequeño gemido salió de su
boca. Usando su codo para abrirse paso, Stefan miró en el cuarto y
tuvo un curioso sentimiento de Dejá Vu.
Parecía el cuarto del Carnicero Loco de la Casa Embrujada. Excepto
que esto no era un montaje hecho para los visitantes. Era real.
Los cuerpos estaban esparcidos por todos lados, en medio de
fragmentos de madera y vidrio de la ventana rota. Toda superficie
visible estaba cubierta por sangre, marrón y siniestro mientras se
secaba. Y una mirada a los cuerpos revelaba el por qué: Cada uno de
ellos tenía un par de lívidas heridas púrpuras en sus cuellos. Excepto
por Caroline: Su cuello no tenía marcas, pero sus ojos estaban blancos
y observando.
Detrás de Stefan, Matt estaba hiperventilado. “Stefan, Elena no- ella
no-“
“Silencio,” respondió Stefan bruscamente. Miró de nuevo al Sr.
Shelby, pero el conserje se había tropezado sobre su carrito de
escobas y trapeadores y estaba inclinado hacia él. El vidrio crujía
debajo de los pies de Stefan mientras cruzaba el piso para inclinarse
hacia Tyler.
No estaba muerto. Un sentimiento de alivio explotó en Stefan
cuando se dio cuenta. El pecho de Tyler se movía débilmente, y cuando
Stefan levantó la cabeza del chico sus ojos se abrieron un poco,
cristalinos y sin vista.
No recuerdas nada, le dijo Stefan mentalmente. Incluso aunque se lo
dijo, se preguntó por qué se molestaba. Debería dejar la iglesia de Fell,
cortarlo todo y nunca regresar.
Pero no podía. No mientras Elena estuviera ahí.
Reunió la mente inconsciente del resto de víctimas en dentro de su
mente y les dijo lo mismo, alimentándolo en lo más profundo de sus
cerebros. No recuerdan quien los atacó. La noche anterior está
completamente en blanco.
Mientras lo hizo, sintió sus poderes mentales temblar como
músculos sobre fatigados. Estaba cercano al agotamiento.
Afuera, el Sr. Shelby encontró por fín su voz y estaba gritando.
Cansado, Stefan dejó resbalar la cabeza de Stefan a través de sus
dedos de vuelta al piso y volteó.
Los labios de Matt estaban escondidos hacia adentro, su nariz se
quemaba, como si hubiera olido algo desagradable. Sus ojos eran los
ojos de un extraño. “Elena no pudo,” susurró. “Tu lo hiciste.”
¡Silencio! Stefan lo empujó, pasando a un lado hacia el agradable
frío de la noche, poniendo distancia entre él y ese cuarto, sintiendo el
frío aire en su piel caliente. Pasos corriendo por las cercanías de la
cafetería le decían que algunos humanos habían odio por fin el grito
del conserje.
“Tu lo hiciste, ¿No es así?” Matt había seguido a Stefan fuera del
campo. Su voz decía que intentaba entenderlo.
Stefan giró hacia él. “Si, yo lo hice.” Gruñó. Miraba a Matt hacia
abajo, sin ocultar ninguna de sus amenazas de enojo en su rostro. “Te
lo dije, Matt, somos cazadores. Asesinos. Ustedes son las ovejas;
nosotros somos los lobos. Y Tyler estaba preguntando por ello cada día
desde que llegué.”
“Preguntando por un puñetazo en la cara, seguro. Como si se lo
hubieras dado antes. Pero- ¿Eso?” Matt cerró su paso, mirándose ojo
con ojo, sin miedo. Tenía coraje psíquico; Stefan tuvo que darle aquello.
“¿Y ni siquiera sientes lástima? ¿Ni siquiera te arrepientes de ello?”
“¿Por qué debería?” Dijo Stefan fríamente, variamente. “¿Tú te
arrepientes cuando comes demasiados bistecs? ¿Sientes pena por la
vaca?” Pudo observar la mirada de enferma incredulidad y lo presionó,
llevando el dolor en su pecho más profundo aún. Era mejor que Matt se
mantuviera alejado de él en esos momentos, muy lejos. O Matt podría
terminar como esos cuerpos en la cabaña de Quonset. “Soy lo que soy,
Matt. Y si no puedes manejarlo, deberías mantenerte al margen.”
Matt se mantuvo enfrente de él un largo momento, la enferma
incredulidad se transformó lentamente en enferma desilusión. Los
músculos alrededor de su mandíbula se destacaron. Entonces, sin decir
una palabra, se volteó en sus talones y se alejó caminando.
Elena estaba en el cementerio.
Damon la había dejado ahí, exhortándola de quedarse ahí hasta que
regresara. Sin embargo, no quería mantenerse sentada. Se sentía
cansada pero no realmente con sueño, y la nueva sangre la afectaba
como un relámpago de cafeína. Quería salir a explorar.
El cementerio estaba lleno de actividad a pesar de que no había
humanos a la vista. Un zorro se escabulló sigilosamente por las
sombras a través del camino del río. Pequeños roedores caminaba en
túneles bajo el largo y frondoso pasto alrededor de las lápidas,
chillando y corriendo. Un búho volaba casi silenciosamente a través de
la vieja iglesia, donde cantaba en el campanario con un misterioso
grito.
Elena se levantó y lo siguió. Esto era mucho mejor que esconderse
en el pasto como un ratón o un roedor. Miró alrededor de la vieja
iglesia interesada, usando sus afilados sentidos para examinarla. La
mayor parte del techo se había desprendido, y sólo tres muros estaban
en pié, pero el campanario se mantenía como un monumento entre los
escombros.
En un lado estaba la tumba de Thomas y Honoria Fell, como una
larga caja de ataúdes. Elena miraba con seriedad abajo dentro de los
rostros de mármol de sus estatuas en la tapa. Permanecían en
tranquilo reposo, sus ojos cerrados, sus manos cerradas alrededor de
sus pechos. Thomas Fell parecía serio y un poco inconforme, pero
Honoria parecía totalmente triste. Elena pensó de manera perdida en
sus propios padres, reposando lado al lado en el moderno cementerio.
Iré a casa; ahí es donde iré, pensó. Había recordado el hogar. Podía
dibujarlo ahora: Su bonito cuarto con cortinas azules y muebles de
madera color cereza y su pequeña chimenea. Y algo importante debajo
del piso en el closet.
Encontró su camino a la calle Maple por instinto que corría
profundamente que por su memoria, dejando que sus pies la guiaran.
Era una casa vieja, muy vieja, con un gran pórtico y grandes
ventanales en el frente. El carro de Robert estaba estacionado en el
camino.
Elena caminó hacia la puerta principal y entonces se detuvo. Había
una razón por la que la gente no debía verla, a pesar de que no podía
recordar cuál era el motivo en ese momento. Dudó y entonces subió
ágilmente el árbol de membrillo hacia la ventana de su habitación.
Pero no iba a ser capaz de entrar así sin ser notada. Una mujer
estaba sentada en la cama con el kimono de seda roja de Elena en su
vuelta, mirándolo. La tía Judith. Robert estaba parado en el vestidor,
hablando con ella. Elena notó que podía escuchar el murmuro de sus
voces incluso a través del vidrio.
“… afuera mañana de nuevo,” estaba diciendo. “Mientras no haya
tormenta. Irán tras cada centímetro de ese bosque, y la encontrarán,
Judith. Ya lo verás.” La tía Judith no dijo nada, y siguió, sonando cada
vez más desesperado. “No podemos perder las esperanzas, no importa
lo que las chicas digan-“
“No sirve de nada, Bob.” La tía Judith había alzado su cabeza al fin, y
sus ojos estaban rojizos, pero secos. “No sirve de nada.”
“¿Los esfuerzos para el rescate? No quiero tenerte hablando de esa
manera.” Fue a sentarse a su lado.
“No, no es solo eso…. A pesar de que lo sé, en mi corazón, que no
vamos a encontrarla viva. Me refiero a…. Todo. Nosotros. Lo que pasó
hoy fue nuestra culpa.-“
“No es cierto. Fue un accidente muy raro.”
“Si, pero dejamos que pasara. Si no hubiéramos sido tan duros con
ella, nunca hubiera conducido sola ni hubiera sido atrapada por la
tormenta. No, Bob, no trates de callarme; quiero que me escuches.” La
tía Judith tomó un profundo respiro y continuó. “Tampoco fue sólo hoy.
Elena estaba teniendo problemas desde hace tiempo. Debido a que me
estaba muy involucrada conmigo misma-con nosotros-para darle un
poco de atención. Puedo verlo ahora. Y ahora que Elena se ha…. Ido…
no quiero que pase lo mismo con Margaret.”
“¿Qué estas tratando de decir?”
“Estoy diciendo que no puedo casarme contigo, no tan pronto como
lo habíamos planeado. Tal vez nunca.” Sin voltear a mirarlo, habló
suavemente.
“Margaret ha perdido tanto. No quiero que sienta que me está
perdiendo a mi también.”
“Ella no te perderá. Antes que eso, ella estará ganando a alguien
más, porque estaré aquí más seguido. Tu sabes como me siento por
ella.”
“Lo siento Bob, pero no puedo verlo de esa manera.”
“No puedes estar hablando en serio. Después de todo el tiempo que
hemos pasado aquí-después de todo lo que he hecho…”
La voz de la tía Judith era drenada e implacable. “Estoy hablando en
serio.”
Desde la percha afuera de la ventana, Elena miró a Robert
curiosamente. Una vena palpitaba en su frente, y su rostro se había
enrojecido.
“Te sentirás diferente mañana,” dijo.
“No. No será así.”
“No estarás pensando en-“
“Lo estoy pensando. No me digas que voy a cambiar de parecer,
porque no voy a hacerlo.”
Por un instante, Robert miró alrededor con frustración
incomprensible; entonces, su expresión se oscureció. Cuando habló, su
voz era llana y fría. “Ya veo. Bueno, si esa es tu respuesta final,
entonces me iré en este momento.”
“Bob.” La tía Judith volteó, asustada, pero ya se encontraba afuera
de la puerta. Se levantó, vacilante, como si no estuviera segura de si ir
tras él o no. Sus dedos se amasaron en el material rojo que estaba
sosteniendo. “¡Bob!” le llamó de nuevo, más urgentemente, y se
volteó para arrojar el kimono en la cama de Elena antes de perseguirlo.
Pero al momento de voltearse se quedó boquiabierta, una mano voló
hacia su boca. Su cuerpo entero se puso rígido. Sus ojos se clavaron en
Elena a través del plateado panel del vidrio. Por un largo momento, se
vieron una a la otra de esa manera, sin moverse ninguna de las dos. La
mano de la tía Judith se alejó de su boca, y empezó a gritar.

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