Una voz habló mientras Elena alargaba una mano para coger
una lata del estante de la tienda.
-¿Compota de arándanos ya? Elena alzó los ojos.
-¡Hola, Matt! Sí, a tía Judith le gusta hacer una prueba el
domingo anterior a la fiesta de Acción de Gracias, ¿recuerdas?
Si practica, hay menos probabilidades de que haga algo
terrible.
-¿Cómo olvidar comprar la compota de arándanos hasta
quince minutos antes de la cena?
-Hasta cinco minutos antes de la cena -dijo Elena,
consultando su reloj, y Matt rió.
Fue un sonido agradable, uno que Elena no había oído en
mucho tiempo. Siguió adelante hacia la caja, pero después de
haber pagado su adquisición vaciló, mirando atrás. Matt
estaba de pie junto al revistero, aparentemente absorto, pero
había algo en la inclinación de sus hombros que le hizo desear
acercarse a él.
Golpeó con un dedo la revista que el muchacho sostenía.
-¿Qué vas a hacer a la hora de la cena? -preguntó. Cuando él
dirigió una veloz mirada vacilante hacia la parte delantera de
la tienda, ella añadió:
-Bonnie está esperando en el coche; ella estará allí. Aparte de
eso, es simplemente la familia. Y Robert, por supuesto; ya
debería estar ahí ahora.
Lo que quería decirle era que Stefan no iba a ir. Todavía no
estaba segura sobre cómo estaban las cosas entre Matt y
Stefan en aquellos momentos. Al menos se hablaban.
-Tengo que apañármelas por mí mismo esta noche. Mi madre
no se siente demasiado bien -dijo. Pero luego, como para
cambiar de tema, siguió: -¿Dónde está Meredith?
-Con su familia, visitando a unos parientes o algo así.
Elena se mostraba vaga porque la misma Meredith se había
mostrado vaga; la muchacha casi nunca hablaba de su
familia.
-Así que ¿qué te parece? ¿Quieres arriesgarte con la comida
de tía Judith?
-¿Por los viejos tiempos?
-Por la vieja amistad-dijo Elena tras un momento de
vacilación, y le sonrió.
Él parpadeó y desvió la mirada.
-¿Cómo puedo rehusar una invitación así? -dijo él en una voz
curiosamente apagada.
Pero cuando colocó la revista de nuevo en su sitio y la siguió
fuera, también él sonreía.
Bonnie le saludó alegremente, y cuando llegaron a casa, tía
Judith pareció complacida al verle entrar en la cocina.
-La cena está casi lista -dijo, tomando la bolsa de comestibles
que sostenía Elena-. Robert llegó hace unos minutos. ¿Por
qué no vais directamente al comedor? Ah, y pon otra silla,
Elena. Con Matt somos siete.
-Seis, tía Judith -dijo Elena, divertida- Tú, Robert, Margaret y
yo, Matt y Bonnie.
-Sí, querida, pero Robert trajo también a un invitado. Ya
están sentados a la mesa.
Elena registró las palabras al mismo tiempo que atravesaba la
puerta del comedor, pero hubo un instante de demora antes
de que su mente reaccionara a ellas. Aun así, lo supo;
cruzando la puerta, de algún modo supo lo que la aguardaba.
Robert estaba allí de pie, ocupado con una botella de vino
blanco y con aspecto jovial. Y sentado a la mesa, en el otro
extremo del centro de mesa otoñal y las altas velas
encendidas, estaba Damon.
Elena advirtió que había dejado de moverse cuando Bonnie
chocó con ella por detrás. Entonces obligó a sus piernas a
ponerse en movimiento. Su mente no fue tan obediente:
permaneció paralizada.
-Ah, Elena -dijo Robert, extendiendo una mano-. Ésta es
Elena, la chica sobre la que te hablaba -dijo a Damon-. Elena,
éste es Damon ...
-Smith -dijo Damon.
-Ah, sí. Procede de mi antigua universidad, William y Mary, y
acabo de tropezar con él frente a la droguería. Puesto que
buscaba un lugar donde comer, le invité a venir a tomar una
comida casera. Damon, éstos son unos amigos de Elena, Matt
y Bonnie.
-Hola -saludó Matt.
Bonnie se limitó a mirarle fijamente; luego, volvió unos ojos
muy abiertos en dirección a Elena. Elena intentaba
controlarse. No sabía si chillar, salir a toda prisa de la
habitación o arrojar la copa de vino que Robert servía a la
cara de Damon. Por el momento, estaba demasiado enfadada
para sentirse asustada.
Matt fue en busca de una silla a la sala de estar. Elena se
sorprendió ante su despreocupada aceptación de Damon, y
entonces se dio cuenta de que él no había estado en la fiesta
de Alaric. No sabía lo que había sucedido allí entre Stefan y el
«visitante de la facultad».
Bonnie, no obstante, parecía al borde del pánico y
contemplaba a Elena implorante. Damon se había puesto en
pie y le ofrecía una silla. Antes de que a Elena se le ocurriera
una respuesta, oyó la voz aguda de Margaret en el umbral.
-¿Matt, quieres ver mi gatita? Tía Judith dice que puedo
quedármela. Voy a llamarla Bola de Nieve.
Elena se dio la vuelta, impulsada por una idea.
-Es linda -decía Matt amablemente, inclinándose sobre el
pequeño montón de pelaje blanco que Margaret sostenía en
sus brazos. El joven se sobresaltó cuando Elena agarró sin
miramientos la gatita de debajo de sus narices.
-Dame, Margaret, mostremos tu gatita al amigo de Robertdijo,
y acercó el esponjoso montón de pelo al rostro de
Damon, casi lanzándoselo encima.
El caos se desató a continuación. Bola de Nieve se hinchó
hasta el doble de su tamaño normal al erizarse su pelaje,
luego profirió un sonido parecido al del agua al caer sobre
una plancha de asar al rojo vivo y a continuación se convirtió
en un ciclón que escupía y gruñía, que arañó a Elena, dio un
zarpazo a Damon y saltó de una pared a otra antes de salir
disparada de la habitación.
Por un instante, Elena tuvo la satisfacción de ver los ojos
negros como la noche de Damon abrirse un poco más de lo
normal, Luego, los párpados descendieron, ocultándolos otra
vez, y Elena giró para enfrentarse a la reacción de los demás
ocupantes de la estancia. Margaret empezaba ya a abrir la
boca para lanzar un gemido parecido al sonido de una
locomotora, y Robert intentaba impedirlo, empujándola fuera
en busca de la gata. Bonnie tenía la espalda pegada a la pared
y parecía desesperada. Matt y tía Judith, que atisbaba desde
la cocina, simplemente parecían consternados.
-Imagino que no haces buenas migas con los animales -dijo
ella a Damon, y ocupó su asiento en la mesa.
Hizo una seña con la cabeza a Bonnie, que se despegó de mala
gana de la pared y se escabulló rápidamente a su propio
asiento antes de que Damon pudiera tocar la silla. Los ojos
castaños de Bonnie se movieron cautelosos para seguirle
mientras él se sentaba a su vez.
Al cabo de unos minutos, Robert reapareció con una Margaret
que tenía el rostro manchado de lágrimas y dedicó una
mirada severa a Elena. Matt empujó su propia silla en
silencio, aunque sus cejas enarcadas se perdían en sus
cabellos. Cuando llegó tía Judith y se inició la comida, Elena
paseó la mirada arriba y abajo de la mesa. Un brillante
resplandor parecía descansar sobre todo, y tuvo una
sensación de irrealidad sin embargo, la escena en sí parecía
casi increíblemente saludable, como algo salido de un
anuncio. "Una familia totalmente corriente sentándose a
comer pavo -pensó-. Una tía soltera ligeramente aturullada,
preocupada por si los guisantes están blandos y los bollos
quemados, un acomodado futuro tío, una rubia sobrina
adolescente y su pelirroja hermana pequeña. Un muchacho
de ojos azules del tipo chico de la casa de al lado, una amiga
con aspecto de duendecillo, un vampiro divino pasando las
batatas confitadas. Una familia típicamente americana.»
Bonnie se pasó la primera mitad de la comida telegrafiando
mensajes de «¿Qué hago?» a Elena con los ojos. Pero cuando
todo lo que Elena telegrafió como respuesta fue «Nada",
aparentemente decidió abandonarse a su destino y empezar a
comer.
Elena no tenía ni idea de qué hacer. Estar atrapada de este
modo era un insulto, una humillación, y Damon lo sabía. ÉI
tenía a tía Judith y a Robert encandilados con sus elogios
sobre la comida y una conversación intrascendente sobre
William y Mary. Incluso Margaret le sonreía ahora, y Bonnie
no tardaría en caer bajo su influjo.
-Fell's Church celebrará su Día del Fundador la semana.
próxima -informó tía Judith a Damon, sus delgadas mejillas
levemente sonrosadas-. Sería muy agradable si pudieras
regresar para entonces.
-Me gustaría hacerlo -dijo Damon con afabilidad. Tía Judith
pareció complacida.
-Este año Elena desempeña una parte importante en la
celebración. La han elegido para que represente al Espíritu de
Fell's Church.
-Deben de estar muy orgullosos de ella -respondió Damon
-Ya lo creo que lo estamos -dijo tía Judith-. ¿Así que
intentarás venir?
Elena intervino entonces; untando furiosamente un bollo con
mantequilla.
-He tenido noticias sobre Vickie -dijo-. ¿La recuerdas , la
chica que atacaron -miró a Damon significativamente.
Se produjo un corto silencio. Luego Damon dijo:
-Me temo que no la conozco.
-Ah, estoy segura de que sí. Más o menos de mi estatura, ojos
castaños, cabellos color castaño claro ... En cualquier caso,
está empeorando.
-Cielos -dijo tía Judith.
-Sí, aparentemente los médicos no lo entienden. No hace más
que empeorar y empeorar, como si el ataque siguiera
sucediendo. -Elena mantuvo los ojos fijos en Damon mientras
hablaba, pero él se limitó a exhibir un interés cortés-. Toma
un poco más de relleno -terminó, empujando el cuenco hacia
él.
-No, gracias. Tomaré un poco más de esto, no obstante.
Alzó una cuchara llena de compota de arándanos cuajada
hasta una de las velas de modo que la luz brilló a través de
ella. -Tiene un color muy seductor.
Bonnie, igual que el resto de los comensales, alzó los ojos
hacia la vela cuando él hizo aquello. Pero Elena advirtió que
no volvía a bajarlos. La muchacha se quedó con la mirada fija
en la bailarina llama, y poco a poco toda expresión
desapareció de su rostro.
«Ah, no», pensó Elena, mientras un cosquilleo de aprensión
le recorría las extremidades. Había visto aquella expresión
antes. Intentó atraer la atención de Bonnie, pero ella parecía
no ver otra cosa que la vela.
- ... y a continuación, los niños del instituto elemental
representan un espectáculo sobre la historia de la ciudad
-estaba diciendo tía Judith a Damon-. Pero la ceremonia final
la realizan los alumnos de más edad. Elena, ¿cuántos
estudiantes de último curso harán las lecturas este año?
-Sólo tres de nosotros. -Elena tuvo que volver la cabeza para
dirigirse a su tía, y mientras miraba su rostro sonriente oyó la
voz.
-Muerte.
Tía Judith lanzó una exclamación ahogada. Robert se detuvo
con el tenedor a mitad de camino de la boca. Elena deseó,
violentamente y con total desesperación, que Meredith
estuviese allí.
-Muerte -volvió a decir la voz-. La muerte está en esta casa.
Elena paseó la mirada por la mesa y vio que no había nadie
para ayudarla. Todos miraban asombrados a Bonnie,
inmóviles como personajes en una fotografía. La misma
Bonnie tenía la mirada fija en la llama de la vela. Tenía el
rostro inexpresivo, los ojos muy abiertos, como lo habían
estado otras veces cuando aquella voz hablaba a través de
ella.
-Tu muerte -dijo la voz-. Tu muerte está aguardando, Elena.
Es ...
Bonnie pareció atragantarse. Luego se desplomó hacia
adelante y casi aterrizó sobre su plato. Hubo un instante de
parálisis, y a continuación todo el mundo se movió. Robert se
puso en pie de un salto y tiró de los hombros de Bonnie,
alzándola. La piel de Bonnie había adquirido un tono blanco
azulado y tenía los ojos cerrados. Tía Judith se puso a
revolotear a su alrededor, mojándole el rostro con una
servilleta húmeda. Damon observaba la escena con ojos
pensativos y entrecerrados.
-Está bien -dijo Robert, alzando la mirada con evidente
alivio-, creo que simplemente se ha desmayado. Debe de
haber sido alguna especie de ataque histérico.
Pero Elena no volvió a respirar hasta que Bonnie abrió los
atontados ojos y preguntó qué miraba todo el mundo.Aquello
puso punto final a la cena. Robert insistió en que Bonnie
fuera conducida a casa al momento, y en la actividad que
siguió Elena encontró tiempo para susurrarle una palabra a
Damon.
-¡Fuera!
Él enarcó las cejas.
-¿Cómo?
-¡He dicho, fuera! ¡Ahora! Vete. O les diré que eres el asesino.
Él se mostró lleno de reproche.
-¿No crees que un invitado merece un poco más de
consideración? -dijo, pero al ver su expresión se encogió de
hombros y sonrió.
-Gracias por invitarme a cenar -dijo en voz alta a tía Judith,
que pasaba llevando una manta al coche-. Espero que os
pueda devolver el favor alguna vez. -Mirando a Elena,
añadió-: Nos vemos.
Bueno, eso estaba muy claro, se dijo Elena, mientras Robert
marchaba en el coche con un Matt sombrío y una Bonnie
adormilada. Tía Judith estaba al teléfono, hablando con los
McCullough.
-Tampoco yo sé qué les pasa a estas chicas -decía-. Primero
Vickie, ahora Bonnie ... , y Elena no ha sido ella misma
últimamente ...
Mientras tía Judith hablaba y Margaret buscaba a la
desaparecida Bola de Nieve, Elena paseó por la habitación.
Tendría que llamar a Stefan. No había más remedio. No
estaba preocupada por Bonnie: las anteriores veces que
aquello había sucedido no había parecido causarle un daño
permanente. Y Damon tendría cosas mejores que hacer que
acosar a los amigos de Elena esta noche.
Iba a venir allí, a cobrar por el «favor» que le había hecho.
Sabía sin la menor duda que ése era el significado de sus
palabras de despedida. y significaba que tendría que decírselo
a Stefan, porque le necesitaba esta noche, necesitaba su
protección. Sólo que, ¿qué podía hacer Stefan? No obstante
todas sus súplicas y argumentos de la semana anterior, se
había negado a tomar su sangre. Había insistido en que sus
Poderes regresarían sin ella, pero Elena sabía que era muy
vulnerable en aquellos momentos. Incluso aunque Stefan
estuviese allí, ¿podría detener a Damon? ¿Podría hacerlo sin
que le mataran a él?
La casa de Bonnie no era ningún refugio. Y Meredith no
estaba. No había nadie para ayudarla, nadie en quien pudiera
confiar. Pero la idea de aguardar allí sola esa noche, sabiendo
que Damon iba a venir, era insoportable.
Oyó que tía Judith colgaba el auricular y, automáticamente,
fue hacia la cocina, con el número de Stefan en la mente.
Luego se detuvo y giró lentamente sobre sí misma para mirar
la sala que acababa de abandonar. Miró las ventanas que iban
del suelo al techo y la elaborada chimenea con sus molduras
bellamente enroscadas. La habitación era parte de la casa
original, la que casi se había quemado completamente
durante la Guerra de Secesión. Su propio dormitorio estaba
justo encima. Una gran luz empezó a encenderse. Elena miró
las molduras que circundaban el techo, el punto en que se
unían al comedor, que era más moderno. Luego casi corrió en
dirección a las escaleras, con el corazón latiendo a toda
velocidad.
-¿Tía Judith? -Su tía se detuvo en la escalera-. Tía Judith,
dime una cosa. ¿Entró Damon en la sala de estar?
-¿Qué?
Tía Judith la miró con un pestañeo aturdido.
-¿Hizo entrar Robert a Damon en la sala de estar? ¡Por favor
piensa, tía Judith! Necesito saberlo.
-Pues, no, no lo creo. No, no lo hizo. Entraron y fueron
directamente al comedor. Elena, ¿qué diablos? ..
Esto último lo dijo cuando Elena la rodeó impulsivamente
con sus brazos y la abrazó con fuerza.
-Lo siento, tía Judith. Simplemente me siento feliz -dijo
Elena, Sonriendo, dio la vuelta para volver a bajar la escalera.
-Bueno, me alegro de que alguien se sienta feliz, después del
modo en que acabó la cena. Aunque ese chico tan agradable,
Damon, pareció pasarlo bien. Sabes una cosa, Elena, parecía
muy entusiasmado contigo, a pesar del modo en que
actuabas.
Elena giró en redondo.
-¿Y?
-Bueno, sólo pensaba que podrías darle una oportunidad, eso
es todo. Me pareció muy agradable. La clase de joven que me
gusta ver por aquí.
Elena la miró con ojos desorbitados por un momento, luego
tragó saliva para impedir que una risa histérica escapara de
sus labios. Su tía le sugería que saliera con Damon en lugar de
con Stefan ... porque Damon era más seguro. La clase de
joven que gustaría a cualquier tía.
-Tía Judith -empezó a decir sin aliento, pero luego
comprendió que era inútil.
Meneó la cabeza en silencio, alzando las manos en señal de
rendición, y contempló cómo su tía subía la escalera. Por lo
general, Elena dormía con la puerta cerrada. Pero esa noche
la dejó abierta y se tumbó en la cama contemplando el oscuro
pasillo. Cada dos por tres echaba un vistazo a los números
luminosos del reloj de la mesilla de noche que tenía al lado.
No había peligro de que se durmiera. A medida que los
minutos se arrastraban lentamente, casi empezó a desear
poder hacerlo. El tiempo se movía con una lentitud
desesperante. Las once ... las once y media ... medianoche. La
una. La una y media. Las dos. A las dos y diez oyó un sonido.
Escuchó, tumbada aún en la cama, el tenue susurro de un
ruido en la planta baja. Había sabido que Damon encontraría
un modo de entrar si quería. Si Damon estaba tan decidido,
ninguna cerradura le mantendría fuera.
Música del sueño que había tenido aquella noche en casa de
Bonnie tintineó en su cerebro, un puñado de lastimeras notas
argentinas que despertaron extraños sentimientos en su
interior. Casi como aturdida o soñando ella misma, se levantó
y fue a detenerse en el umbral. El pasillo estaba oscuro, pero
sus ojos habían dispuesto de mucho tiempo para adaptarse.
Distinguió la silueta más oscura que ascendía por la escalera.
Cuando llegó a lo alto vio el veloz destello letal de su sonrisa.
Aguardó, sin sonreír, hasta que él llegó a su lado y se detuvo
de cara a ella, con sólo un metro de suelo de madera noble
entre ellos. La casa estaba totalmente silenciosa. Al otro lado
del pasillo dormía Margaret; al final del corredor, tía Judith
yacía arropada en sueños, ignorante de lo que sucedía al otro
lado de su puerta. Damon no dijo nada, pero la miró, los ojos
contemplando el largo camisón blanco con su cuello alto de
encaje. Elena lo había elegido porque era el más recatado que
poseía, pero era evidente que Damon lo encontraba atractivo.
Se obligó a permanecer quieta, pero su boca estaba seca y su
corazón palpitaba sordamente. Había llegado el momento. En
un minuto lo sabría.
Retrocedió, sin una palabra o gesto de invitación, dejando la
entrada vacía. Vio el veloz destello en sus ojos insondables, y
observó cómo avanzaba ansioso hacia ella. Y observó cómo se
detenía. Permaneció fuera de su habitación, a todas luces
desconcertado. Volvió a intentar dar un paso al frente, pero
no pudo. Algo parecía impedirle avanzar más. En su rostro, la
sorpresa dio paso a la perplejidad y luego a la cólera. Alzó la
mirada, los ojos inspeccionando el dintel, escudriñando el
techo a ambos lados del umbral. Entonces, cuando una
comprensión total le golpeó, sus labios se tensaron hacia atrás
mostrando los dientes en un gruñido animal.
A salvo en su lado de la entrada, Elena rió en voz baja. Había
funcionado.
-Mi habitación y la sala de estar de abajo son todo lo que
queda de la antigua casa -le dijo-. Y, por supuesto, era una
vivienda totalmente distinta. Una a la que no fuiste invitado, y
nunca lo serás.
El pecho de Damon respiraba agitadamente, enfurecido, sus
orificios nasales se dilataron, sus ojos se tornaron salvajes.
Oleadas de negra rabia emanaron de él. Pareció como si fuera
a derribar las paredes con sus manos, que se retorcían y
cerraban con fuerza. El triunfo y el alivio hicieron que Elena
se sintiera mareada.
-Será mejor que te marches ahora -dijo-. No hay nada para ti
aquí.
Durante un minuto más aquellos ojos amenazadores
llamearon clavados en los de Elena, y luego Damon se dio la
vuelta. Pero no se dirigió hacia la escalera. En su lugar dio un
paso al otro lado del pasillo y posó la mano enla puerta de
Margaret.
Elena se adelantó antes de darse cuenta de lo que hacía se
detuvo en la entrada, aferrando el borde del marco,
respirando también ella con dificultad. Damon giró
bruscamente la cabeza y le sonrió, con una sonrisa lenta y
cruel. Giró ligeramente el pomo sin mirarlo. Sus ojos, como
charcos de ébano líquido, permanecieron puestos en Elena.
-Tú eliges -dijo.
Elena se quedó muy quieta, sintiendo como si todo el invierno
estuviera en su interior. Margaret no era más que un bebé. No
podía decirlo en serio; nadie podía ser tan monstruo. Como
para hacer daño a una criatura de cuatro años. Pero no había
ningún indicio de debilidad o compasión en el rostro de
Damon. Era un cazador, un asesino, y los débiles eran su
presa. Recordó el espantoso gruñido bestial que había
transfigurado sus apuestas facciones, y comprendió que
jamás podría dejar que tuviera a Margaret!.
Todo pareció suceder a cámara lenta. Vio la mano de Damon
sobre el pomo de la puerta; vio aquellos ojos despiadados. De
repente ella estaba cruzando el umbral, dejando atrás el único
lugar seguro que conocía. La Muerte estaba en la casa, había
dicho Bonnie. Y ahora Elena había ido al encuentro de la
Muerte por su propia voluntad. Inclinó la cabeza para ocultar
las lágrimas de impotencia que acudieron a sus ojos. Había
terminado. Damon había vencido. No alzó la mirada para
verle avanzar hacía ella. Pero sintió cómo el aire se movía a su
alrededor, haciéndole tiritar. Y luego se vio envuelta en
mullida e infinita oscuridad, que la cubrió como las alas de un
pájaro enorme.
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