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para todos aquellos fanaticos de las historias de ficcion y los vampiros en este blog publicare los libros de la exitosa saga que a arrasado por EEUU cronicas vampiricas (de la serie vampires diarie)...


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jueves, 4 de febrero de 2010

INVOCACION-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 1

-Las cosas pueden ser justo igual a como eran antes --dijo Caroline con fervor,
alargando el brazo para oprimir la mano de Bonnie.
Pero no era cierto. Nada podía ser jamás corno había sido antes de que Elena
muriera. Nada. Y Bonnie tenía serias dudas sobre aquélla fiesta que Caroline
intentaba organizar. Una vaga sensación incómoda en la boca del estómago le
indicaba que por algún motivo aquélla era una idea muy, pero que muy mala.
El cumpleaños de Meredith ya ha pasado -indicó-. Fue el sábado pasado.
Pero no tuvo una fiesta, no una fiesta de verdad como ésta. Tenemos toda la
noche; mis padres no regresarán hasta el domingo por la mañana. Vamos, Bonnie;
piensa sólo en la sorpresa que se llevará.
«Ah, sí, ya lo creo que se sorprenderá -pensó Bonnie-. Será tal la sorpresa que
probablemente me matará luego.»
Oye, Caroline, el motivo de que Meredith no diera una fiesta es que todavía no
tiene demasiadas ganas de celebraciones. Parece... irrespetuoso en cierto modo...
-Pero eso es una equivocación. Elena querría que nos divirtiéramos, sé que lo
querría. Le encantaban las fiestas. Y odiaría vernos ahí sentadas y llorando por
ella seis meses después de que nos dejara.
Caroline se inclinó hacia adelante, con sus ojos verdes normalmente felinos
vehementes y persuasivos. No había ningún artificio en ellos ahora, ninguna de
las acostumbradas asquerosas manipulaciones de Caroline. Bonnie se daba cuenta
de que lo decía en serio.
---Quiero que volvamos a ser amigas como lo habíamos sido -siguió Caroline .
Siempre celebrábamos nuestros cumpleaños juntas, simplemente nosotras cuatro,
¿recuerdas'? ¿Y recuerdas que los chicos siempre intentaban entrar en nuestras
fiestas? Me pregunto si lo intentarán este año.
Bonnie sintió que se le escapaba el control de la situación. «Esto es una mala
idea, esto es una mala idea», pensó. Pero Caroline seguía hablando, mostrándose
soñadora y casi romántica mientras hablaba de los felices viejos tiempos, y
Bonnie no tenía valor para decirle que los felices viejos tiempos estaban tan
muertos como la música disco.
-Pero ya ni siquiera somos cuatro. Tres no son una gran fiesta protestó
débilmente cuando tuvo oportunidad de decir algo.
-Voy a invitar a Sue Carson también. A Meredith le cae bien, ¿verdad?
Bonnie tuvo que admitir que sí; todo el mundo se llevaba bien con Sue. Pero
aun así, Caroline tenía que comprender que las cosas no podían ser como habían
sido antes. Uno no podía sustituir simplemente a Elena por Sue Carson y decir:
«Ya está, todo está solucionado ahora».
«Pero ¿cómo le explico eso a Caroline?», pensó Bonnie, y de improviso lo
supo.
-Invitemos a Vickie Bennett -dijo.
Caroline la miró atónita.
¿Vickie Bennett? Debes de estar de broma. ¿Invitar a esa pesada estrambótica
que se desvistió delante de la mitad de la escuela? ¿Después de todo lo sucedido?
-Precisamente debido a todo lo sucedido -replicó Bonnie con firmeza-. Mira,
sé que nunca estuvo en nuestro grupo. Pero ya no va con el grupo de los pirados;
ellos no la quieren, y ella les tiene un mie do cerval. Ella necesita amigos.
Nosotras necesitamos gente. Invitémosla.
Por un momento, Caroline pareció impotentemente frustrada. Bonnie alzó la
barbilla, se puso las manos en las caderas y aguardó. Finalmente, Caroline
suspiró.
-De acuerdo. La invitaré. Pero tú tienes que ocuparte de llevar a Meredith a mi
casa el sábado por la noche. Y Bonnie... asegúrate de que no tiene ni idea de lo
que se cuece. Realmente, quiero que esto sea una sorpresa.
-Ah, lo será -dijo ella, sombría.
No estaba preparada para la repentina luz que apareció en el rostro de Caroline
ni para la impulsiva calidez de su abrazo.
-Me alegra mucho que veas las cosas como yo -dijo Caroline-. Y será
magnífico para todas nosotras volver a estar juntas.
«No entiende nada -se dijo Bonnie, aturdida, mientras Caroline se alejaba.
¿Qué tengo que hacer para explicárselo? ¿Darle un puñetazo?»
Y luego pensó: «Cielos, ahora tengo que contárselo a Meredith».
Pero al llegar el final del día decidió que quizá Meredith no necesitaba que se
lo contaran. Caroline quería a una Meredith sorprendida; bueno, quizá Bonnie
debería entregar a una Meredith sorprendida. De ese modo, al menos Meredith no
tendría que preocuparse por ello por adelantado. Sí, concluyó Bonnie,
probablemente lo más caritativo sería no contarle nada a Meredith.
«Y quién sabe -escribió en su diario el viernes por la noche-. A lo mejor estoy
siendo muy dura con Caroline. Quizá sí lamente de verdad todas las cosas que
nos hizo, como querer humillar a Elena frente a toda la ciudad e intentar que
arrestaran a Stefan por asesinato, A lo mejor Caroline ha madurado desde
entonces y ha aprendido a pensar en alguien que no sea ella misma. A lo mejor
realmente nos lo pasaremos bien en la fiesta.»
«Y a lo mejor los extraterrestres me secuestran antes de mañana por la tarde»,
pensó mientras cerraba el diario. Sólo le quedaba la esperanza.
El diario era un cuaderno en blanco, barato, de la tienda local, con un dibujo de
flores diminutas en la tapa. No había empezado a escribirlo hasta -justo después
de la muerte de Elena, pero ya se había vuelto ligeramente adicta a él. Era el
único lugar donde podía decir cualquier cosa que quisiera sin que la gente se
mostrara escandalizada y exclamara: «i Bonnie McCullough!», o «Cielos,
Bonnie».
Pensaba aún en Elena cuando apagó la luz y se introdujo bajo las sabanas.
Estaba sentada en una exuberante hierba muy cuidada que se extendía hasta
donde alcanzaba su vista en todas direcciones. El cielo era de un azul impecable,
el aire cálido y perfumado. Los pájaros cantaban.
-Me alegra mucho que pudieras venir-dijo Elena.
--Ah, sí respondió Bonnie-. Bueno, naturalmente, también yo. Desde luego.
-Volvió a mirar a su alrededor, y luego apresuradamente de nuevo a Elena.
-¿Más té?
Había una taza de té en la mano de Bonnie, fina y frágil como porcelana.
--Pues... claro. Gracias.
Elena llevaba un vestido del siglo xvnt de diáfana muselina blanca que se
pegaba a ella, mostrando lo delgada que era. Vertió el té con precisión, sin
derramar una gota.
-¿Quieres un ratón?
-¿Un qué?
-Digo que si quieres un emparedado con tu té.
-Ah. Un emparedado. Sí. Fantástico.
Era pepino finamente cortado con mahonesa sobre un exquisito cuadrado de
pan blanco. Sin la corteza.
Toda la escena era tan centelleante y hermosa como una pintura de Scurat.
«Warm Springs, ahí es donde estamos. El antiguo lugar de merienda -pensó
Bonnie-. Pero sin duda tenemos cosas mucho más importantes que discutir que el
té.»
¿Quién te peina estos días? -preguntó, pues Elena nunca había sido capaz de
hacerlo ella misma.
¿Te gusta?
Elena acercó una mano a la sedosa masa de un dorado pálido que llevaba
recogida en el cogote.
Es perfecto -dijo Bonnie, hablando igual que su propia madre en una cena de
las Hijas de la Revolución Americana.
Bueno, el cabello es importante, ya sabes -repuso Elena.
Los ojos brillaban con un azul más profundo que el del cielo, un azul
lapislázuli. Bonnie se tocó los propios rizos rojos, algo cohibida.
Por supuesto, la sangre también es importante siguió Elena. --¿Sangre? Ah... sí,
por supuesto -dijo Bonnie, aturullada. No tenía ni idea de qué hablaba Elena, y se
sentía como si anduviera sobre una cuerda floja por encima de caimanes.
-Sí, la sangre es importante, ya lo creo -coincidió con voz débil.
¿Otro emparedado?
Gracias.
Era de queso con tomate. Elena eligió uno para ella y lo mordió con
delicadeza. Bonnie la observó, sintiendo que la inquietud aumentaba en su
interior por momentos, y entonces...
Y entonces vio el barro que rezumaba de los bordes del emparedado.
¿Qué... qué es eso?
El terror tomó aguda su voz. Por primera vez, el sueño parecía un sueño, y
descubrió que no podía moverse, que sólo podía hablar entrecortada mente y
mirar con ojos desorbitados. Un grueso goterón de algo marrón cayó del
emparedado de Elena sobre el mantel a cuadros. Era barro, sin lugar a dudas.
Elena... Elena... ¿qué?
Ah, todos comemos esto aquí abajo.
Elena le sonrió con dientes manchados de marrón. Sólo que la voz no era la de
Elena; era fea y distorsionada, y era la voz de un hombre. -Tú también lo harás.
El aire ya no era cálido y perfumado; era caliente y tenía la empalagosa
dulzura del olor a basura en descomposición. Había fosas oscuras en la hierba
verde, que después de todo no estaba bien cuidada, sirio descuidada y llena de
maleza. Aquello no era Warm Springs. Estaba en el viejo cementerio; ¿cómo
podía no haberlo advertido? Sólo que las tumbas eran recientes.
¿Otro ratón? -ofreció Elena, y lanzó una risita obscena.
Bonnie bajó la mirada al emparedado a medio comer que sostenía y chilló.
Colgando de un extremo había una fibrosa cola castaña. Lo arrojó con todas sus
fuerzas contra una lápida, donde chocó con un ruido blando. Luego se puso en
pie, a punto de vomitar, limpiándose los dedos frenéticamente contra los
vaqueros.
-No puedes marchar aún. Los demás están a punto de llegar.
El rostro de Elena cambiaba; ya había perdido los cabellos, y la piel se tornaba
gris y correosa. Se movían cosas en la bandeja de emparedados y en las fosas
recién cavadas. Bonnie no quería ver ninguna de ellas; pensó que se volvería loca
si lo hacía.
-No eres Elena -chilló, y corrió.
El viento le arrojaba los cabellos contra los ojos y no podía ver si su
perseguidor estaba detrás de ella; podía sentirlo justo detrás. «Alcanza el puente»,
pensó, y entonces chocó con algo.
-Te he estado esperando -dijo la cosa que llevaba el vestido de Elena, la cosa
gris y esquelética con largos dientes retorcidos-- I s cúchame, Bonnie. -La
sujetaba con terrible fuerza.
¡No eres Elena! ¡No eres Elena!
-¡Escúchame, Bonnie!
Era la voz de Elena. La auténtica voz de Elena, no obscenamente divertida ni
gruesa y fea, sino apremiante. Provenía de algún lugar detrás de Bonnie y barrió
el sueño como un viento frío y puro.
Bonnie, escucha, rápido...
Las cosas se fundían. Las manos huesudas sobre los brazos de Bonnie, el
cementerio reptante, el rancio aire caliente. Por un momento, la voz de Elena
sonó nítida, pero intermitente como una llamada de larga distancia con una
conexión defectuosa.
-... Él está distorsionando las cosas, cambiándolas. No soy tan fuerte como él...
-A Bonnie se le escapó algunas palabras... Pero esto es importante. Tienes que
encontrar... ahora mismo. La voz se desvanecía.
-¡Elena, no te oigo! ¡Elena!
-... un hechizo fácil, sólo dos ingredientes, los que ya te he dicho...
¡Elena!
Bonnie seguía chillando cuando se incorporó de golpe, muy Tiesa, en la cama.

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