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para todos aquellos fanaticos de las historias de ficcion y los vampiros en este blog publicare los libros de la exitosa saga que a arrasado por EEUU cronicas vampiricas (de la serie vampires diarie)...


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jueves, 21 de enero de 2010

CONFLICTO-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 11

-El nombre es Salvadore. Como un salvador –dijo él, y hubo
un breve centelleo de dientes blancos en la oscuridad.
Elena miró bajo. El alero del tejado ocultaba la terraza, pero
pudo oír el arrastrar de pies allí abajo, aunque no eran los
sonidos de una persecución y no había la menor señal de que
hubieran oído las palabras de su compañero. Al cabo de unos
minutos, oyó cerrar las vidrieras.
-Pensaba que era Smith –dijo ella, mirando aún abajo en la
oscuridad.
Damon rió. Fue una risa terriblemente atractiva, sin el dejo
amargo de la de Stefan. Le hizo pensar en las luces del
arcoíris sobre las plumas del cuervo. Sin embargo, no se dejó
engañar. Encantador como parecía, Damon era peligroso más
allá de lo imaginable. Aquel cuerpo lleno de gracia allí
repantigando era diez veces más fuerte que el de un humano;
aquellos perezosos ojos oscuros estaban adaptados para ver
perfectamente en la noche; la mano de dedos largos que había
subido el tejado podía moverse a una velocidad increíble y, lo
más perturbador, su mente era la mente de un asesino. Un
depredador. Podía percibirlo justo por debajo de su
superficie. Era diferente de un humano. Había vivido tanto
tiempo cazando y matando que había olvidado cualquier otro
tipo de vida. Y disfrutaba con ello, no luchaba contra su
naturaleza como hacía Stefan, sino que se glorificaba en ella.
Carecía de moral y de conciencia y, ella estaba atrapada con él
allí a plena noche.
Se recostó sobre un tocón, lista para entrar en acción en
cualquier momento. Debería estar furiosa con él en aquel
instante, después de lo que le había hecho en su sueño. Lo
estaba, pero de nada servía expresarlo. Él sabía lo furiosa que
debía de estar, y se limitaría a reírse de ella si se lo contaba.

Le observó en silencio, con suma atención, aguardando su
siguiente movimiento. Pero él no se movió. Aquellas manos
podían moverse con la rapidez de una serpiente al atacar
reposaban inmóviles en sus rodillas. Su expresión le recordó
el modo en que la había mirado en una ocasión anterior. La
primera vez que se habían visto había advertido el mismo
respeto cauto y renuente en sus ojos…, excepto que entonces
había habido también sorpresa en ellos. En aquellos
momentos no había ninguna.
-¿No vas a chillarme? ¿Ni a desmayarte? –dijo, como
ofreciéndole las opciones de costumbre.
Elena seguía observándole. Era mucho más fuerte que ella, y
más rápido, pero si necesitaba hacerlo pensaba que podría
llegar al borde del tejado antes de que él la alcanzara. Era un
salto de diez metros si no conseguía caer en la terraza, pero
podría decidir arriesgarse. Todo dependía de Damon.
-No acostumbro a desmayarme –dijo tajante-. ¿Y por qué
tendría que chillarte? Estamos jugando a un juego. Fui
estúpida esa noche y, por tanto, perdí. Me advertiste en el
cementerio de las consecuencias.
Los labios de Damon se separaron soltando aire con rapidez y
desvió la mirada.
-Puede que tenga que convertirte en mi Reina de las Sombras
–dijo, y hablando casi para sí, prosiguió-: He tenido muchas
compañeras, chicas jóvenes como tú y mujeres que eran las
bellezas de Europa. Pero tú eres la que quiero a mi lado.
Gobernando, tomando lo que queremos cuando lo queramos.
Temidos y venerados por los espíritus más débiles. ¿Sería eso
tan malo?
-Yo soy uno de los seres débiles –dijo Elena. Tú y yo somos
enemigos, Damon. Nunca podremos ser otra cosa.
-¿Estás segura?
La miró, y ella pudo sentir el poder de su mente cuando tocó
la de ella, como el roce de aquellos dedos largos. Pero no
hubo sensación de mareo, ninguna sensación de debilidad o
de sucumbir. Aquella tarde ella se había empapado bien,
como siempre hacía aquellos días, un baño caliente
espolvoreado de verbena seca.
En los ojos de Damon centelló la comprensión, pero acepto el
revés de buen talante.
-¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó con toda tranquilidad.
Fue extraño, pero no sintió ninguna necesidad de mentirle.
-Caroline cogió algo que me pertenecía. Un diario. Vine a
recuperarlo.
Una nueva expresión centelleó en los oscuros ojos.
-Sin duda para proteger a mi despreciable hermano de algún
modo –dijo molesto.
-¡Stefan no está involucrado en esto!
-¿Ah, no lo está?
Elena temió qué él comprendiera más de lo que ella quería
que hiciera.
-Es extraño, él siempre parece estar involucrado cuando hay
problemas. Crea problemas. Ahora bien, si él queda fuera de
esto….
-Si vuelves hacer daño a Stefan –dijo Elena, hablando con
firmeza-, haré que lo lamentes. Encontrare algún modo de
hacerte desear no haberlo hecho, Damon. Lo digo en serio.
-Ya veo. Bien, pues tendré que limitarme a trabajar contigo
entonces, ¿no es cierto?
Elena no dijo nada. Se había metido en un aprieto por hablar,
aceptando jugar de nuevo aquel juego letal con él. Desvió los
ojos.
-Serás mía al final, lo sabes –dijo él en voz baja.
Era la voz que había usado en la fiesta, cuando había dicho: “
Tranquila, tranquila”. No había burla ni malicia en aquellos
instantes; simplemente estaba exponiendo un hecho.
-Por las buenas o por las malas, como vosotros decís…, ésa es
una buena frase…, serás mía antes de que caiga la siguiente
nevada.
Elena intentó ocultar el escalofrío que sintió, pero supo que él
se dio cuenta de todos modos.
-Bueno –dijo-, tienes un poco de sentido común. Tienes razón
al tenerme miedo; soy la cosa más peligrosa con la que
tropezarás en toda tu vida. Pero en este momento tengo una
propuesta de negocios que hacerte.
-¿Una propuesta de negocios?
-Exactamente. Viniste aquí a conseguir un diario. Pero no lo
has conseguido –indicó sus manos vacías-. Fracasaste, ¿no es
cierto? –Como Elena no contestó, siguió diciendo-: Y puesto
que no quieres que mi hermano esté involucrado, él no puede
ayudarte. Pero yo puedo. Y lo haré.
-¿Lo harás?
-Desde luego. Por un precio.
Elena lo miró fijamente. Su rostro enrojeció violentamente.
Cuando consiguió hacer salir las palabras, éstas lo hicieron
sólo en un susurro.
-¿Qué… precio?
Una sonrisa brilló en la oscuridad.
-Unos pocos minutos de tu tiempo, Elena. Unas cuantas gotas
de tu sangre. Una hora más o menos pasada conmigo, a solas.
-Tú… -Elena no consiguió encontrar las palabras apropiadas;
cada uno de los epítetos que conocía resultaban demasiado
suaves.
-Lo obtendré de todos modos al final –dijo con un tono
razonable-. Si eres honrada, te lo admitirás a ti misma. La
última vez no fue la última. ¿Por qué no aceptar eso? –Su voz
descendió hasta adoptar un cálido timbre íntimo-. Recuerda…
-Antes preferiría cortarme el cuello –dijo ella.
-Una idea curiosa. Pero puedo hacer que resulte más
placentero.
Se reía de ella. De algún modo, añadido a todo lo demás que
había sucedido ese día, aquello era demasiado.
-Eres repugnante, lo sabes –dijo Elena-. Eres nauseabundo. –
Temblaba y no podía respirar-. Moriría antes que entregarme
a ti. Preferiría…
No estaba segura qué la impulsó a hacerlo. Cuando estaba con
Damon, una especie de instinto se adueñaba de ella. Y en
aquel momento realmente sintió que preferiría arriesgarse a
cualquier cosa antes que permitirle ganar esta vez. Observó,
con la mitad de su mente, que él estaba sentado hacia atrás,
relajado, disfrutando con el giro que estaba tomando su
juego. La otra mitad de su mente se dedicaba a calcular hasta
dónde sobresalía el alero por encima de la terraza.
-Preferiría hacer esto –declaró, y se arrojó a un lado.
No se equivocó; estaba desprevenido y no pudo moverse con
la rapidez suficiente para detenerla. Elena sintió el espacio
libre bajo los pies y un torbellino de terror al darse cuenta de
que la terraza estaba mucho más atrás de lo que había
pensado. Iba a pasar de largo. Pero no había contado con
Damon. Su mano salió disparada, con la suficiente rapidez
para mantener a Elena sobre el tejado, pero sí impidiendo
que cayera más. Fue como si su peso no fuera nada para él.
De un modo reflejo, Elene se sujetó al borde de la teja plana
del tejado e intentó subir una rodilla. La voz de Damon sonó
enfurecida.
-¡Pequeña idiota! Si estás ansiosa por ir al encuentro de la
muerte, yo mismo puedo hacer las presentaciones.
-Suéltame –dijo Elena entre dientes.
Alguien iba a salir a aquella terraza en cualquier momento,
estaba segura.
-Suéltame.
-¿Aquí y ahora?
Mirando al interior de sus insondables ojos oscuros, la
muchacha supo que lo decía en serio. De haber dicho sí, él la
habría dejado caer.
-Sería un modo rápido de acabarlo, ¿no es cierto? –dijo ella.
El corazón le latía con violencia debido al miedo, pero se negó
a permitirle que se diera cuenta.
-Pero sería mucho desperdicio.
Con un gesto, la puso a salvo de un tirón. Contra él. Sus
brazos se cerraron alrededor de Elena, apretándola con la
delgada dureza de su cuerpo, y de improviso la muchacha no
pudo ver nada. Estaba totalmente envuelta. Luego sintió que
aquellos músculos se contraían como los de un felino enorme,
y los dos se lanzaron al espacio.
Caía y no podía evitar aferrarse a él como la única cosa sólida
en el mundo que se movía feroz a su alrededor. Luego él
aterrizó como un gato, absorbiendo el impacto como si tal
cosa. Stefan había hecho algo similar en una ocasión. Pero
Stefan no la había sujetado de aquel modo después,
dolorosamente apretada, con los labios casi en contacto con
los suyos.
-Piensa en mi propuesta –dijo él.
Ella no podía moverse ni desviar la mirada. Y en esta ocasión
sabía que no se trataba de ningún Poder que él usara, sino
simplemente de la arrasadora atracción que existía entre
ambos. Era inútil negarlo: su cuerpo respondía al de Damon.
Sentía su aliento en sus labios.
-No te necesito para nada –le dijo.
Pensó que iba a besarla entonces, pero no lo hizo. Por encima
de ellos se escuchó el sonido de vidrieras que se abrían y una
voz enojada en la terraza.
-¡Eh! ¿Qué es lo que sucede? ¿Hay alguien ahí afuera?
-Estaba vez te hice un favor –dijo Damon en voz baja,
abrazándola aún-. La próxima vez vendré a cobrar.
Elena no habría podido girar la cabeza. Si la hubiera besado
entonces, se lo habría permitido. Pero de improviso la dureza
de sus brazos se derritió a su alrededor y su rostro pareció
emborronarse. Fue como si la oscuridad volviera a
recuperarle. Entonces, negras alas atraparon y batieron el aire
y un cuervo enorme alzó el vuelo. Algo, un libro o un zapato,
fue arrojado tras él desde la terraza. Falló por un metro.
-¡Malditos pájaros! –exclamó la voz del señor Forbes desde lo
alto-. Debe haber anidado en el tejado.
Tiritando, y abrazándose con fuerza, Elena se acurrucó en la
oscuridad de debajo hasta que él regresó dentro. Encontró a
Maredith y a Bonnie agazapadas junto la verja.
-¿Qué te retrasó tanto? –susurró Bonnie-. ¡Pensábamos que
te habían cogido!
-Casi me cogieron. Tuve que quedarme hasta que fuera
seguro. –Elene estaba tan acostumbrada a mentir respecto a
Damon que lo hizo sin un esfuerzo consciente-. Marchémonos
a casa –murmuró-. Na hay nada más que podamos hacer.
Cuando se separaron ante la puerta de Elena, Meredith dijo:
-Faltan dos semanas para el Día del Fundador.
-Lo sé.
Por un momento, la propuesta de Damon pasó por la mente
de Elena; pero sacudió la cabeza para despejarla.
-Se me ocurrirá algo –dijo.
No se le había ocurrido nada cuando llegó el siguiente día de
clases. El único dato alentador fue que Caroline no pareció
haber observado nada raro el su habitación; pero eso fue todo
lo que Elena pudo encontrar de alentador. Aquella mañana se
celebró una asamblea en la que se comunicó que el consejo
del instituto había elegido a Elena como la alumna que
representaría “El Espíritu de Fell´s Church”. Durante todo el
discurso del director sobre de ello, la sonrisa de Caroline
había resplandecido, triunfal y maliciosa.
Elene intentó no prestarle atención. Hizo todo lo posible por
hacer caso omiso de los desprecios y desaires que llegaron
incluso tras la asamblea, pero no fue fácil. Nunca era fácil, y
había días en los que pensaba que pegaría a alguien o se
pondría a chillar, pero hasta el momento había conseguido
salir adelante.
Aquella tarde, mientras esperaba que la clase de historia de la
sexta hora saliera, Elena estudió a Tyler Smallwood. Desde
que había regresado al instituto, él muchacho no le había
dirigido la palabra directamente, pero sí le había sonreído de
un modo desagradable como Caroline durante el anuncio del
director. En aquel momento, al detectar la presencia de ella
de pie sola, le dio un codazo a Dick Carter.
-¿Qué es eso de ahí? –dijo-. ¿Una sujetacolumnas?
“ Stefan, ¿dónde estás?”, pensó Elena. Pero conocía la
respuesta: a mitad del camino del otro extremo del instituto,
en clase de astronomía.
Dick abrió la boca para decir algo, pero entonces su expresión
cambió. Miraba más allá de Elena, pasillo abajo. Elena volvió
la cabeza y vio a Vickie. Vickie y Dick habían estado saliendo
antes del baile de inicio de curso. Elena supo que aún lo
hacían. Pero Dick parecía vacilante, como si no estuviera
seguro de qué esperar de la chica que avanzaba hacia él.
Había algo raro en el rostro de Vickie, en su andar. Se movía
como si sus pies no tocaran el suelo. Tenía los ojos dilatados y
vagos.
-¡Eh, hola! –saludó Dick tímidamente, y fue a colocarse frente
a ella.
Vickie pasó por su lado sin mirarle y siguió andando hasta
Tyler. Elena contempló lo que sucedió a continuación con
creciente inquietud. Debería haber resultado divertido, pero
no lo fue.
Empezó con Tyler mostrando una expresión un tanto
desconcertada. Luego Vickie pasó una mano sobre su pecho.
Tyler sonrió, pero había algo de forzado en su sonrisa. Vickie
deslizo su mano bajo la chaqueta y la sonrisa de Tyler titubeó.
Vickie colocó la otra mano bajo su pecho y Tyler miró a Dick.
-¡Eh, Vickie, afloja! –dijo Dick a toda prisa, pero no se acercó
más a ella.
La joven deslizó las dos manos hacia arriba, Empujando la
chaqueta de Tyler fuera de sus hombros sin soltar sus libros
ni parecer demasiado preocupado. No pudo. Los dedos de
Vickie se deslizaron bajo su camisa.
-Para esto. Detenla, ¿quieres? –le dijo Tyler a Dick.
El muchacho había retrocedido hasta chocar con la pared.
-¡Eh, Vickie, suéltate! No hagas eso.
Pero Dick permaneció a una distancia prudente. Tyler le lanzó
una miradaenfurecida e intentó apartar a la joven de un
empujón. Un ruido había empezado a sonar. Al principio
pareció ser de una frecuencia casi demasiado baja para el oído
humano, pero fue aumentando de intensidad. Un gruñido,
inquietantemente amenazador, que provocaba un helado
escalofrío en la espalda. Tyler tenía los ojos desorbitados por
la incredulidad, ella pronto comprendió el motivo. El sonido
procedía de Vickie.
Entonces todo sucedió a la vez. Tyler estaba tirado en el suelo
con los dientes de Vickie chasqueando a centímetros de su
garganta. Elena, olvidando todas las discrepancias, intentaba
ayudar a Dick a quitarla de encima. Tyler aullaba. La puerta
del aula de historia se abrió y Alaric gritaba:
-¡No le hagáis daño! ¡Tened cuidado! ¡Es epilepsia, todo lo
que necesitamos es tumbarla en el suelo!
Los dientes de Vickie volvieron a chasquear cuando él alargó
la mano servicial al interior de la refriega. La delgada
muchacha era más fuerte que todos ellos juntos, y cada vez
podían controlarla menos. Con una sensación de intenso
alivio, Elena oyó una voz familiar tras sus hombros.
-Vickie, tranquilízate. Todo va bien. Simplemente, ahora
relájate.
Con Stefan sujetando el bazo de la joven y hablándole con
tono tranquilizador, Elene se atrevió a aflojar su propia
sujeción. Y al principio pareció que la estrategia de Stefan
funcionaba. Los dedos como garras de Vickie se soltaron, y
consiguieron levantarla de encima de Tyler. Mientras Stefan
seguía hablándole, se quedó flácida y sus ojos se cerraron.
-Eso está bien. Te sientes cansada ahora. No pasa nada si te
duermes.
Pero entonces, bruscamente, dejó de funcionar, y cualquiera
que fuese el Poder que Stefan había estado ejerciendo sobre
ella, éste se quebró. Los ojos de Vickie se abrieron de golpe, y
no se parecían a los ojos de cervatillo asustado que Elena
había visto en el comedor. Llameaban con furia asesina.
Gruñó a Stefan y volvió a pelear con renovadas energías.
Hicieron falta cinco o seis de ellos para sujetarla mientras
alguien llamaba a la policía. Elena permaneció donde estaba,
hablándole a Vickie, chillándole en ocasiones, hasta que llegó
la policía. Nada de ello sirvió. Luego retrocedió y vio la
multitud de espectadores por primera vez. Bonnie estaba en
primera fila, mirando boquiabierta. Lo mismo hacia Caroline.
-¿Qué sucedió? –preguntó Bonnie mientras los agentes se
llevaban a Vickie.
Elena, jadeando ligeramente, se apartó un mechón de pelo de
los ojos.
-Se volvió loca e intentó desnudar a Tyler.
Bonnie frunció los labios.
-Bueno, tendría que estar loca para querer hacer eso, ¿no? Y
lanzó una risita burlona por encima del hombro a Caroline.
Elena sentía las rodillas de goma y las manos le temblaban, y
se recostó en Stefan con gratitud. Luego alzó los ojos hacia él.
-¿Epilepsia? –inquirió con incrédulo desdén.
Él miraba pasillo adelante siguiendo a Vickie con los ojos.
Alaric Saltzman, todavía gritando instrucciones,
aparentemente iba con ella. El grupo dobló la esquina.
-Creo que acaban de dar por concluida la clase –dijo Stefan-.
Vámonos.
Caminaron en dirección a la casa de huéspedes en silencio,
cada uno absorto en sus pensamientos. Elena tenía el
entrecejo fruncido, y en varias ocasiones echó una veloz
mirada a Stefan, pero no habló hasta que estuvieron a solas
en su habitación.
-Stefan, ¿qué es todo esto? ¿Qué le está sucediendo a Vickie?
-Eso es lo que he estado preguntando. Sólo hay una
explicación que se me ocurre, y es que la están atacando.
-Te refieres a que Damon está todavía… ¡oh, Dios mío! Stefan,
debería haberle dado un poco de verbena. Debería haber
comprendido…
-No habría servido de nada. Créeme.
Ella había girado hacia la puerta como para ir tras Vickie en
aquel mismo momento, pero él tiró de ella hacia atrás con
suavidad.
-Algunas personas son más fáciles de influenciar que otras,
Elena. La voluntad de Vickie nunca fue fuerte. Ahora le
pertenece a él.
Lentamente, Elena se sentó.
-¿Entonces no hay nada que nadie que nadie pueda hacer?
Pero, Stefan, ¿Se volverá… como tú y Damon?
-Depende. –Su tono era sombrío-. No sólo es una cuestión de
cuánta sangre pierda. Necesita la sangre de él en sus venas
para efectuar el cambio completo. De lo contrario,
simplemente acabará igual que el señor Tanner. Desangrada,
consumida, muerta.
Elena aspiró prolongadamente. Había algo más sobre lo que
quería preguntarle, algo que había querido preguntarle desde
hacía tiempo.
-Stefan, cuando le hablaste a Vickie allí, pensé que
funcionaba. Estabas usando tus Poderes con ella ¿verdad?
-Sí.
-Pero luego simplemente volvió a enloquecer. Lo que quiero
decir es…, Stefan, te encuentras bien, ¿verdad? ¿Tus Poderes
han regresado?
Él no respondió. Pero aquello fue respuesta suficiente para
ella.
-Stefan, ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué sucede?
Le rodeó y se arrodilló junto a él, de modo que él tuviera que
mirarla.
-Estoy tardando un poco en recuperarme, eso es todo. No te
preocupes por ello.
-Pues estoy preocupada. ¿No hay nada que pueda hacer?
-No –dijo, pero sus ojos descendieron hacia ella.
La comprensión invadió a Elena.
-Ah –murmuró, recostándose hacia atrás.
Entonces volvió a alaragar los brazos hacia él, intentando
hacerse con sus manos.
-Stefan, escúchame.
-Elena, no. ¿No te das cuenta? Es peligroso, peligroso para los
dos, pero en especial para ti. Podría matarte, o algo peor.
-Sólo si pierdes el control –dijo ella-. Y no lo harás. Bésame.
-No –repitió Stefan, y añadió con menos aspereza-: Saldré de
caza esta noche en cuanto oscurezca.
-¿Eso es lo mismo? –preguntó Elena.
Sabía que no lo era. Era sangre humana lo que le
proporcionaba Poder.
-Pero Stefan, por favor, ¿no te das cuenta de que quiero
hacerlo? ¿No lo quieres tú?
-Eso no es justo –dijo él con ojos torturados-. Sabes que no lo
es, Elena. Sabes lo mucho…
Volvió a desviar la mirada de ella, apretando sus manos con
fuerza.
-¿Entonces por qué no? Stefan, necesito…
No pudo puntualizar. No podía explicar lo que necesitaba; era
una necesidad de conectar con él, borrar el recuerdo del baile
de su sueño y de los brazos de Damon a su alrededor.
-Necesito que estemos juntos otra vez –musitó.
Stefan seguía con la mirada vuelta, y negó con la cabeza.
-De acuerdo –murmuró ella, pero sintió una oleada de pesar y
temor a medida que la derrota se filtraba en sus huesos.
La mayor parte del temor era por Stefan, que era vulnerable
sin sus Poderes, bastante vulnerable para que pudieran
hacerle daño los ciudadanos corrientes de Fell´s Church. Pero
algo de temor lo sentía por sí misma.

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