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para todos aquellos fanaticos de las historias de ficcion y los vampiros en este blog publicare los libros de la exitosa saga que a arrasado por EEUU cronicas vampiricas (de la serie vampires diarie)...


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lunes, 1 de febrero de 2010

CONFLICTO-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 16

Hacía mucho tiempo, en las oscuras callejuelas de Florencia,
muriéndose de hambre, asustado y exhausto, Stefan se había
hecho a sí mismo una promesa. Varias promesas, de hecho,
sobre usar los Poderes que percibía en su interior y sobre
cómo tratar a las débiles, atolondradas y todavía humanas
criaturas de su alrededor. Ahora las iba a romper todas.
Había besado la frente helada de Elena y la había tendido
bajo un sauce. Regresaría allí, si podía, para reunirse con ella
después. Tal y como había pensado, la oleada de Poder había
pasado por encima de Bonnie y Meredith y le había seguido,
pero había vuelto a retirarse, y en aquellos momentos había
reculado, aguardando.
No dejaría que esperase mucho tiempo.
Libre del peso del cuerpo de Elena, se lanzó a un medio
galope de depredador por la vacía carretera. La helada
aguanieve y el viento no le molestaban demasiado. Sus
sentidos de cazador se abrían paso a través de ellos. Los
dedicó a la tarea de localizar la presa que deseaba. Ahora no
había que pensar en Elena. Más tarde, cuando esto finalizara.
Tyler y sus amigos seguían en el cobertizo prefabricado.
Estupendo. Ni se dieron cuenta de lo que se les venía encimo
cuando la ventana estalló en una lluvia de fragmentos de
cristal y la tormenta sopló al interior. Stefan estaba decidido a
matar cuando agarró a Tyler por el cuello y hundió en él los
colmillos. Aquélla había sido una de sus normas, no matar, y
quería romperla.
Pero otro de los matones fue hacia él antes de que le hubiera
chupado toda la sangre a Tyler. El tipo no intentaba proteger
a su jefe caído, sólo escapar. Fue mala suerte que su ruta le
hiciera cruzarse en el camino de Stefan. Stefan lo arrojó al
suelo y pinchó la nueva vena con ansia. El cálido sabor a
cobre le reavivó, le dio calor, fluyó por él como fuego.Hizo que
quisiera más.
Poder. Vida. Ellos la tenían; él la necesitaba. Con el glorioso
torrente de energía que le llegó con lo que ya había bebido, los
dejó fácilmente sin sentido. Luego pasó de uno a otro
bebiendo profundamente y arrojándolos a un lado. Fue como
abrir latas de bebida. Estaba con el último cuando vio a
Caroline acurrucada en la esquina. Su boca chorreaba cuando
alzó la cabeza para mirarla. Aquellos ojos verdes, por lo
general tan entrecerrados, mostraban toda la zona blanca que
los rodeaba igual que los de un caballo aterrado. Los labios
eran pálidas manchas borrosas mientras farfullaba mudas
súplicas. La puso en pie tirando de los ceñidores verdes de su
cintura. La muchacha gimoteaba, los ojos en blanco en las
cuencas. Enrolló la mano en la cabellera color castaño rojizo
para colocar la expuesta garganta donde la quería, echó la
cabeza hacia atrás para atacar... y Caroline chilló y se quedó
inerte.
La dejó caer al suelo. Ya había tomado suficiente de todos
modos. Estaba hasta reventar de sangre, como una garrapata
sobrealimentada. Jamás se había sentido tan fuerte, tan
cargado de poder elemental. Ahora era hora de ir a por
Damon. Salió del cobertizo del mismo modo en que había
entrado. Pero no en forma humana. Un halcón de caza
remontó el vuelo desde la ventana y giró en el cielo.
La nueva forma era maravillosa. Fuerte... y cruel. Y sus ojos
eran agudos. Le llevó a donde quería, pasando justo por
encima de los robles del bosque. Buscaba un claro en
concreto.
Lo encontró. El viento lo acuchilló, pero describió una espial
descendente, con un agudo chillido de desafío. Damon, en
forma humana en el suelo, alzó las manos para proteger su
rostro cuando el halcón descendió en picado hacia él. Stefan
arrancó ensangrentados jirones a sus brazos y oyó los gritos
de dolor y cólera con que le respondía Damon. «Ya no soy tu
débil hermano pequeño.» Proyectó el pensamiento
sobreDamon con un aturdidor estallido de Poder. «Y esta vez
he venido a por tu sangre.»
Sintió la estela del odio de Damon, pero la voz en su mente era
burlona. «¿Así que éste es el agradecimiento que recibo por salvarte a
ti y a tu prometida?»
Las alas de Stefan se plegaron y volvió a descender en picado, con
todo su mundo reducido a un objetivo. Matar. Fue a por los ojos de
Damon, y el palo que su hermano había cogido silbó junto a su nuevo
cuerpo. Sus garras desgarraron la mejilla de Damon y la sangre de
Damon manó. Magnífico. "No deberías haberme dejado vivo -dijo a
Damon-. Deberías habernos matado a los dos al momento.»
«Con mucho gusto corregiré el error!» Damon no había es-tado
preparado antes, pero Stefan sintió ahora cómo absorbía Poder,
armándose, preparándose. «Pero primero deberías decirme a quién se
supone que he matado esta vez.»
El cerebro del halcón fue incapaz de procesar el aluvión de emociones
que la zahiriente pregunta invocó. Chillando sin palabras, se dejó caer
sobre Damon de nuevo, pero esta vez el pesado palo dio en el blanco.
Herido, con una ala colgando, el halcón cayó detrás de Damon. Stefan
cambió inmediatamente a su propia forma, apenas sintiendo el dolor
del brazo roto. Antes de que Damon pudiera girar, lo agarró, con los
dedos del brazo sano clavándose en el cuello de su hermano para
obligarle a girar en redondo. Cuando habló, casi lo hizo con dulzura.
-Elena -dijo en un susurro, y fue a por el cuello de Damon.
Era oscuro y hacía mucho frío, y alguien estaba herido. Alguien
necesitaba ayuda. Pero ella estaba terriblemente cansada.
Los párpados de Elena se abrieron con un aleteo, y eso encargó de
eliminar la oscuridad. En cuanto al frío... estaba helada hasta los
huesos, congelada. Y no era de extrañar; estaba toda cubierta de hielo.
En algún lugar, muy dentro de ella, supo que había otro motivo
también. ¿Qué había sucedido? Había estado en casa, dormida... No,
era el Día del Fundador. Había estado en el comedor, en el escenario.
El rostro de alguien había tenido un aspecto curioso.
Era demasiado para enfrentarse a todo ello; era incapaz de pensar.
Rostros sin cuerpos flotaron ante sus ojos, fragmentos de frases
sonaron en sus oídos. Estaba muy confusa. y tan cansada ...
Sería mejor volver a dormirse. El hielo no era realmente tan malo.
Empezó a tumbarse, y entonces los gritos regresaron a ella. Los oyó,
no con sus oídos, sino con la mente. Gritos de cólera y dolor. Alguien
se sentía muy desdichado.
Se sentó muy quieta, intentando ordenar todo aquello. Hubo un
leve movimiento en el borde de su visión. Una ardilla. Pudo
olerla, lo que era extraño, porque nunca había olido una ardilla
antes. El animal la miró fijamente con un brillante ojo negro y
luego correteó a lo alto del tronco del sauce. Elena advirtió que
había intentado atraparla sólo cuando su mano se alzó vacía con
las uñas clavándose en la corteza. Eso era ridículo. ¿Para qué
demonios quería ella una ardilla? Le dio vueltas a la cuestión
durante un minuto, luego volvió a recostarse, agotada.
Los gritos seguían. Intentó taparse los oídos, pero eso no sirvió
para dejarlos fuera. Alguien estaba herido, y era desdichado, y
peleaba. Eso era. Se estaba librando una pelea. Muy bien. Lo
había adivinado. Ahora podía dormir. No podía, no obstante. Los
gritos la llamaban, la atraían hacia ellos. Sintió una irresistible
necesidad de seguirlos hasta su origen. y entonces podría dormir.
Después de que... le viera.Ah, sí, empezaba a regresar a ella. Le
recordaba. Era el que la comprendía, el que la amaba. Era con
quien quería estar para siempre. Su rostro surgió de las brumas
de su mente. Lo consideró con cariño. De acuerdo, pues. Por él se
pondría en pie y andaría por aquella ridícula aguanieve hasta que
encontrara el claro correcto. Hasta que pudiera reunirse con él.
Entonces estarían juntos. Sólo el pensar en él pareció
proporcionarle calor. Había un fuego dentro de él que pocas
personas podían ver. Ella lo veía, no obstante. Era como el fuego
que ella tenía dentro. Él parecía tener alguna clase de problema
en aquellos momentos. Al menos, se oían muchos gritos. Estaba
ya bastante cerca para oírlo con los oídos, además de con la
mente.
Allí, detrás del viejo roble. De ahí era de donde provenía todo
el ruido. Él estaba allí, con sus ojos negros e insondables y su
sonrisa inescrutable. Y necesitaba su ayuda. Ella le ayudaría.
Sacudiéndose los cristales de hielo del cabello, Elena penetró
en el claro del bosque.

Fin

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