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domingo, 4 de abril de 2010

EL RETORNO: ALMAS SOMBRIAS-- CAPITULO 4

Estas temblando. Déjame hacerlo sola.” Meredith dijo, poniendo
una mano en el hombro de Bonnie mientras ellas se paraban juntas
en frente de la casa de Caroline Forbes.
Bonnie empezó a inclinarse con la presión, pero se detuvo a sí misma. Era
humillante estar temblando tan obviamente en una mañana de Virginia a
finales de Julio. Era humillante ser tratada como una niña, también. Pero
Meredith, quien era solo seis meses mayor, se veía hoy más adulta que de
costumbre. Su cabello oscuro estaba retirado hacia atrás, así que sus ojos se
veían muy grandes y su rostro de piel de oliva con sus altos pómulos estaba
mostrando su mejor ángulo.
Ella prácticamente podría ser mi niñera, Bonnie pensó abatidamente. Meredith
tenía puestos tacones, también, en lugar de sus usuales zapatillas. Bonnie se
sintió más pequeña y joven que nunca en comparación. Ella corrio una mano a
traves de sus rizos rubio-fresa, tratando de encresparlos hacia arriba una
presiosa media pulgada* mas alta.
“No tengo miedo, tengo f-frio,” Bonnie dijo con toda la dignidad que pudo
reunir.
“Lo sé. Sientes algo viniendo de ahí, ¿verdad?” Meredith asintió hacia la casa
en frente de ellas.
Bonnie miro a ambos lados y luego de vuelta a Meredith.
Repentinamente la adultez de Meredith era más confortadora que molesta.
Pero antes de que mirara a casa de Caroline de nuevo ella dijo abruptamente,
“¿Qué paso con los tacones de aguja?”
“Oh,” Meredith dijo, mirando hacia abajo. “Solo es un pensamiento practico.
Si algo intenta agarrar mi tobillo esta vez, obtendrá esto.” Ella dio una patada
y hubo un chasquido satisfactorio en la acera.
Bonnie casi sonrió. “¿Trajiste tus nudillos de acero, también?”
“No los necesito; golpeare a Caroline de nuevo con las manos desnudas si ella
intenta algo. Pero deja de cambiar el tema de conversación. Puedo hacer esto
sola.”
Bonnie finalmente se permitió a si misma poner su propia pequeña mano en la
delgada y de largos dedos de Meredith. Ella la apretó. “Sé que puedes. Pero yo
soy la que debería. Fue a mí a la que invito a venir.”
“Si,” Meredith dijo, con una ligera, elegante curva en su labio. “Ella siempre
sabe donde clavar el cuchillo. Bueno, pase lo que pase, Caroline se lo busco
ella misma. Primero intentamos ayudarla, por su bien y el nuestro. Luego
intentamos que ella consiguiera ayuda. Después de eso—”
“Después de eso,” Bonnie dijo tristemente, “no hay mas nada que contar.”
Ella vio a la casa de Caroline de nuevo. Se veía…sesgada…de alguna manera,
como si estuviera viéndolo a través de un espejo distorsionado. Además de
eso, tenía un mal aura: negro recortado a través de una fea sombra grisverdosa.
Bonnie nunca había visto una casa con tanta energía antes.
Y era fría, esta energía, como el viento que sale fuera de un refrigerador de
carne. Bonnie se sintió como si eso le podría chupar su propia fuerza-vital y
convertirla en hielo, si tuviera la oportunidad.
Ella dejo que Meredith tocara la campana de la puerta. Tenía un
ligero eco, y cuando la Sra. Forbes atendió, su voz parecía tener un
ligero eco, también. El interior de la casa todavía tenía ese aspecto de locura, Bonnie pensó, pero el sentimiento era incluso más extraño. Si ella
cerraba sus ojos podría imaginarse a sí misma en un lugar mucho más grande,
donde el piso estaba inclinado bruscamente hacia abajo.
“Vinieron a ver a Caroline,” la Sra. Forbes dijo. Su apariencia impacto a
Bonnie. La madre de Caroline se veía como una anciana. Con cabello gris y
una ojerosa cara blanca.
“Ella está arriba en su cuarto. Las acompañare,” la madre de Caroline dijo.
“Pero Sra. Forbes, sabemos dónde—” Meredith se cayó cuando Bonnie puso
una mano en su brazo. La descolorida, encogida mujer estaba liderando el
camino. Ella casi no tenía un aura, Bonnie se dio cuenta, y estaba afligida de
corazón. Ella conocía a Caroline y a sus padres desde hace tanto tiempo—
¿Cómo sus relaciones pudieron llegar a esto?
No insultare a Caroline, no importa lo que haga, Bonnie prometió
silenciosamente. No importa que pase. Incluso… si, incluso después de que le
hizo a Matt. Intentare recordar algo bueno acerca de ella.
Pero era difícil pensar en cualquier cosa en esta casa, mucho menos pensar en
algo bueno. Bonnie sabía que iba a subir las escaleras; ella podía ver cada
escalan por encima de ella. Pero todos sus otros sentidos le dijeron que ella
estaba yendo hacia abajo. Fue una sensación aterrorizante que la hizo
marearse: esta inclinación aguda hacia abajo mientras ella veía a sus pies
subir.
También había un olor, extraño y mordaz, de huevos podridos. Era un
maloliente, vil hedor que se podía probar en el aire.
La puerta de Caroline estaba cerrada, y en frente de ella, recostado en el piso,
estaba un plato de comida con un tenedor y un cuchillo de trinchar encima de
él. La Sra. Forbes se apresuro enfrente de Bonnie y Meredith y rápidamente
recogió el plato, abrió la puerta opuesta a la de Caroline, y lo coloco ahí,
cerrando la puerta detrás de ella.
Pero justo antes de que desapareciera, Bonnie creyó haber visto movimiento
en la pila de comida de la elegante porcelana china.
“Ella apenas me habla a mí,” La Sra. Forbes dijo en el mismo tono de voz
vacio que ella uso antes. “Pero ella si dijo que te estaba esperando.”
Ella se apresuro a pasarlas, dejandolas solas en el corredor. El olor a huevos
podridos—no, a azufre, Bonnie se dio cuenta, era muy fuerte.
Azufre—ella reconoseria el olor de la clase de quimica del año pasado. ¿Pero
como un olor tan horrible se metio dentro de la elegante casa de la Sra.
Forbes? Bonnie se volteo a Meredith para preguntarle, pero Meredith ya
estaba sacudiendo su cabeza. Bonnie conosia esa expresión.
No digas nada.
Bonnie trago, se seco sus ojos llorosos, y vio a Meredith girar el seguro de la
puerta de Caroline.
La habitación estaba oscura. Suficiente luz brillaba desde el pasillo para
mostrar que las cortinas de Caroline habian sido reforzadas por opacas colchas
pintadas encima de ellas. Nadie estaba en o encima de la cama.
“¡Pasen!¡Y cierren esa puerta rapido!”
Era la voz de Caroline, con el tipico enojo de Caroline. Un flujo de alivio se
derramo dentro de Bonnie. La voz no era una voz grave de hombre que
sacudia el cuarto, o un aullido, era la de Caroline-en-un-mal-humor.
Ella dio un paso dentro de la oscuridad por delante suyo.

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