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para todos aquellos fanaticos de las historias de ficcion y los vampiros en este blog publicare los libros de la exitosa saga que a arrasado por EEUU cronicas vampiricas (de la serie vampires diarie)...


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martes, 2 de febrero de 2010

FURIA-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 9

--bueno, al menos nadie ocupó mi cuerpo indicó Bonnie. Pero de
todos modos estoy harta de ser médium; estoy harta de todo ello. Esta
será la última vez; categóricamente, la ultima.
-De acuerdo -dijo Elena, apartándose del espejo-, hablemos sobre
alguna otra cosa. ¿Descubristeis algo hoy?
-Hablé con Alaric, y va a celebrar otra reunión la semana próxima
-respondió Bonnie. Nos preguntó e Caroline, a Vickie y a mí si
queríamos ser hipnotizadas para que eso nos ayudara a lidiar con lo
que ha estado sucediendo. Pero estoy segura de que no es el Otro
Poder, Elena. Es demasiado amable.
Elena asintió. A ella misma le habían acometido dudas sobre sus
sospechas de Alaric No porque fuera amable, sino porque ella había
pasado cuatro días en su desván dormida. ¿Realmente le habría
permitido el Otro Poder que se quedara allí sin hacerle nada? Desde
luego, Damon había dicho que habla influenciado a Alaric para que
olvidara que ella estaba allí arriba, pero ¿habría sucumbido el Otro
Poder a la influencia de Damon? ¿No era demasiado fuerte para eso?
A menos que sus poderes se hubiesen agotado temporalmente, se
dijo de improviso. Igual que los de Stefan se agotaban en aquellos
momentos. O a menos que simplemente fingiera que le influenciaban.
Bueno, no le tacharemos de la lista por el momento le dijo--,
Debemos tener cuidado. ¿Qué hay de la señora Flarwers?
¿Averiguasteis algo sobre ella?
No hubo suerte --respondio Mercdith--. Fuimos a le casa de
huéspedes esta mañana, pero no respondió a nuestras llamadas.
Stetan dijo que intentaría localizarla por la tarde.
Si alguien me invitara a entrar allí, yo podría vigilarla tambien --dijo
Elena. Siento como Si fuera la única persona que no hace nada- Creo...
-Se interrumpió un momento, meditando, y luego siguió-: Creo que
pasaré por delante de casa…. Por delante de casa de tía Judith, quiero
decir. A lo mejor encontraré a Robert rondando por allí en los
matorrales, o algo así.
-Iremos contigo ofreció Meredith.
-No, es mejor que lo haga sola. De verdad. Puedo pasar muy
desapercibida estos días.
-En ese caso Haz lo que creas conveniente y ten cuidado. Sigue
nevando fuerte.
Elena asintió y salto por el alféizar,
Al aproximarse a su casa, vio que en aquel momento marchaba un
coche del camino de acceso. Se fundió con las sombras y observó. Los
faros iluminaron un espectral paisaje invernal: la acacia falsa de los
vecinos, en forma de silueta de ramas desnudas, con una lechuza
blanca posada en ella.
Cuando el coche pasó por su lado, Elena lo reconoció: era el
Oldsmobile azul de Robert, Vaya, eso resultaba interesante. Tuvo ganas
de seguirle, pero lo impidió el impulso, más fuerte, de echar un vistazo
a la casa, de asegurarse de que todo iba bien. La rodeó sigilosamente,
examinando las ventanas.
Las cortinas de chirle amarillo de la ventana de la cocina estaban
sujetas hacia atrás, mostrando una iluminada sección de la cocina que
había al otro lado. Tía Judith cerraba el lavavajillas. <<¿:Había ido
Robert a cenar?>>, se preguntó Elena.
Tía Judith se dirigió al vestíbulo de la entrada, y Elena se movió con
ella, volviendo a rodear la casa. Encontró una rendija en las cortinas de
la sala de estar y acercó el ojo con cautela al grueso y ondulado viejo
cristal de la ventana. Oyó abrir y cerrar la puerta principal, y luego
girar la llave, y a continuaciónsu tía entró en la salita y se sentó en el
sofá. Conectó, el televisor y empezó a pasar canales ociosamente.
Elena deseó poder ver más que simplemente el perfil de su tía a la
luz parpadeante del televisor. Le producía una sensación extraña mirar
aquella habitación, sabiendo que sólo podía mirar y no entrar, ¿Cuánto
tiempo había transcurrido desde la última vez que reparara en lo
bonita que era aquella sala? La vieja estantería de caoba, ocupada por
piedras de porcelana y la cristalería, la lámpara tiffany sobre la mesa
junto a tía Judith, los almohadones bordados sobre el sofá... Todo le
parecía precioso en aquel momento- De pie en el exterior, surtiendo la
liviana caricia de la nieve en el cogote, deseó poder entrar un
momento, sólo durante un ratito.
La cabeza de tía Judith se inclinaba hacia atrás, los ojos se cerraban.
Elena apoyó la frente contra la ventana y luego se dio la vuelta
despacio.
Trepó al membrillo situado frente a su propio dormitorio, pero
comprobó decepcionada que las cortinas estaban totalmente
echadas. El arce que había frente a la habitación de Margaret era frágil
y resultaba más difícil encaramarse a él, pero una vez que consiguió
llegar arriba tuvo una buena vista; las cortinas estaban totalmente
descorridas. Margaret dormía con el cubrecama subido hasta la
barbilla, la boca abierta y los pálidos cabellos extendidos como un
abanico sobre la almohada,
<
energía. Era una escena tan inocente y dulce... La luz de la mesita, la
niña en la cama, los animales de peluche en las estanterías,
vigilándola. Y ahí llegaba una gatita blanca que entraba
silenciosamente por la puerta abierta para completar el cuadro, se dijo
Elena.
Bola de nieve saltó sobre la cama de Margaret. La gatita bostezó,
mostrando una diminuta lengua rosa, y, se desperezó, sacando unas
garras en miniatura. Luego caminó delicadamente hasta colocarse
sobre el pecho de Margaret.
Algo hizo que Elena sintiera un cosquilleo en la raíz de los cabello.
No supo si era algún nuevo sentido de cazador o pura intuición, pero
repentinamente sintió miedo. Existía peligro en aquella habitación.
Margareth estaba en peligro.
La gatita seguía allí, con la cola balanceándose de un lado para
otro. Y de improviso Elena comprendió a que se parecía: a los perros.
Miraba igual que había mirado Graben a Doug Carson antes de saltar
sobre. Cielos, la ciudad había puesto en cuarentena a los perros, peno
nadie había pensado en los gatos.
La mente de Elena trabajaba a toda velocidad, pero no le servía de
nada. No eran unas que imágenes fugaces de lo que un gato podía
hacer con zarpas curvas y dientes afilados como agujas. Y Margareth
sencillamente estaba allí tumbada respirando con suavidad, sin
percatarse del peligro.
El pelaje de Bola de nieve empezaba a erizarse, la cola hinchándose
como un cepillo de limpiar botellas. Las orejas del animal se aplastaron
contra la cabeza y la boca se abrid en un siseo silencioso. Tenía los ojos
fijos en la cara de Margaret, tal como Chatear los había tenido en Doug
Carson.
-¡No!
Elena miró desesperada a su alrededor, en busca de algo que arrojar
contra la ventana, algo que hiciera ruido. No podía acercarse más; las
ramas exteriores del árbol no soportarían su peso.
--¡ Margaret, despierta!
Pero la nieve, posándose como un manto a su alrededor, pareció
amortiguar las palabras hasta convertirlas en nada. Un gemido sordo y
discordante había empezado a brotar de la: garganta de bolla de nieve
mientras ésta desviaba los ojos hacia la ventana y luego volvía a
pasarlos en el rastro de Margaret.
-¡Margaret, despierta! gritó Elena.
Entonces, justo cuando la gatita echaba hacia atrás una garra
curvada, Elena se lanzó contra la ventana.
Más tarde, nunca supo cómo consiguió agarrarse. No había espacio
para arrodillarse en el alfeizar, pero las uñas se hundieron en la blanda
y vieja, madera del marco, y la punta de una bota se introdujo en un
punto de apoyo abajo. Golpeó contra la ventana con todo el peso del
cuerpo, gritando.
-¡Apártate de ella! ¡Despierta, Margaret!
Los ojos de Margaret se abrieron de golpe y se sentó en la cama,
empujando a bola de nieve hacia atrás. Las zarpas de la gatita se
engancharon en los ojetes de la colcha mientras luchaba por
enderezarse. Elena volvió a gritar.
--¡Margaret, sal de la carnal ¡Abre la ventana, de prisa!
El rostro de cuatro años de la niña estaba inundado de somnolienta
sorpresa, pero no de miedo. Se levantó y avanzó a trompicones hacia
la ventana, mientras Elena rechinaba los dientes.
-Eso es. Buena chica... Ahora di: <> ¡Rápido, dilo! -Entra
-dijo Margaret, obediente, pestañeando y dando un paso atrás.
La gatita saltó fuera al mismo tiempo que Elena se dejaba caer
dentro. Intentó atrapar al felino, pero éste fue demasiados veloz. Una
vez en el exterior se deslizó por las ramas del arce. Con zahiriente
facilidad y saltó en la nieve, donde desapareció,
Una manita tiraba del suéter de Elena.
-¡Regresaste! --exclamó Margaret, abrazando las caderas, de su
hermana-. Te echado de menos.
-Ah, Margaret, yo sí que te he echado de menos... -empezo a decir
Elena, y entonces se quedó totalmente inmóvil, la voz de tía Judith
sonaba desde lo alto de la escalera.
-Margaret, ¿estás despierta? ¿Qué sucede ahí?
Elena sólo tuvo un instante para tomar su decisión,
-No le digas que estoy aquí susurró, cayendo de rodillas-, es un
secreto, ¿comprendes? Di que dejaste salir a la gatita, pero no le digas
que estoy aquí.
No había tiempo para nada más. Elena se metió bajo la cama y rezó.
Por debajo del volante que pendía de la cama, contempló cómo los
pies cubiertos con calcetines de su tía entraban en la habitación.
Apretó el rostro contra las tablas del suelo, sin respirar.
-¡Margaret! ¿Qué haces levantada? Vamos, vuelve a meterte en la
cama -dijo la voz de tía Judith, y en seguida la cama crujió con el peso
de Margaret, y Elena oyó los ruidos que hacía su tía arreglando los
cobertores-, Tienes las manos heladas. ¿Por qué demonios está abierta
la ventana?
--La abrí y bola de nieve salió –dijo margareth.
Elena volvió a respirar.
--Y ahora hay nieve por todo el suelo. No puedo creer esto… No
vuelvas a abrirla, ¿me oyes?
Se oyeron mas ruidos mientras acababa de tapar a la niña, y los pies
cubiertos con calcetines volvieron a Salir. La puerta se cerró.
Elena culebreo para salir de debajo de la cama.
--Buena chica—Susurro mientras Margaret se sentaba en la cama--.
Estoy orgullosa de ti. Mañana le dices a tía Judith que tienes que
regalar a tu gatita. Dile que se asusto. Sé que no quieres hacerlo… --
Poso una mano para detener el gemido que estaba a punto de brotar
de los labios de la pequeña--, pero tienes que hacerlo. Porque te
aseguro que esta gatita te hará daño si te la quedas. No quieres que te
haga daño, ¿verdad?
--No—respondió Margaret, Y sus ojos azules se llenaron de
lágrimas--. Pero…
--Y tampoco quieres que la gatita haga daño a tía Judith, ¿verdad? Di
a tía Judith que no puedes tener ni un gatito, ni un cachorro, ni si
quiera un pájaro hasta… Bueno, durante un tiempo. No le digas que yo
lo dije; eso sigue siendo nuestro secreto. Dile que tienes miedo debido
a lo que sucedió con los perros en la iglesia.
Era mejor razono sombríamente Elena, provocarle pesadillas
nocturnas a la pequeña que ver como una pesadilla se convertía en
realidad en el dormitorio.
La boca de Margaret se abrió con expresión entristecida.
--De acuerdo.
--Lo siento tesoro. –Elena se sentó en la cama y la abrazo con
fuerza--. Pero es así como tiene que ser.
--Estás fría --Dijo Margaret, y Juego alzó los ajos hacia el rostro de su
hermana-. ¿Eres un ángel?
- Uh... no exactamente.
<> pensó Elena con ironía.
--Tía Judith dijo que fuiste a reunirte con mamá y papa ¿Los has visto
ya?
-Es... es un poco difícil de explicar, Margaret. No los he visto aún, no.
Y no soy un ángel, no, pero en cualquier caso voy a ser como tu ángel
de la guarda, ¿de acuerdo? Velaré por ti, incluso aunque no puedas
verme. ¿Ve acuerdo?
-De acuerdo. -Margaret jugueteó con sus dedos-. ¿Significa eso que
ya no puedes vivir aquí?
Elena paseó la mirada por el dormitorio rosa y blanco, los animales
de peluche de las estanterías, el pequeño escritorio y el caballito
balancín que en una ocasión había sido suyo y que estaba en el rincón.
-Eso es lo que significa --respondió con suavidad.
Cuando dijeron que habías ido con mamá y papá, dije que. Yo
también quería ir
Elena pestañeo con tuerza.
Ah, pequeña. No ha llegado la hora de que tú vayas, así que no
puedes ir. Y tía Judith te quiere mucho y estaría muy sola sin ti.
Margaret asintió, y sus párpados empezaron a cerrarse. Pero
mientras Elena volvía a tumbarla en la cama y echaba la colcha sobre
ella, la niña hizo una pregunta más:
-Pero ¿es que no me quieres?
-Pues claro que sí. Te quiero tonta-- Nunca supe cuánto hasta ahora.
Pero, yo estaré bien, y tía Judith te necesita
Elena tuvo que tomar aire para serenarse, y cuando bajó la mirada
vio que los ojos de Margaret estaban cerrados, y la respiración a
compasada. La niña dormía.
<>, pensó Elena, abriéndose pasa
por los montones de nieve hasta el otro lado de la calle Maple. Había
dejado pasar la oportunidad de preguntar a Margaret si Robert había
ido a cenar. Ahora era demasiado tarde ya.
Robert. Sus ojos se entrecerraron repentinamente. En la iglesia,
Robert había estado fuera, Y entonces los perros se habían vuelto
locos. Y esta noche la gatita de Margaret se había vuelto salvaje…
Justo al poco rato de que el coche de Robert saliera del camino de
acceso.
Robert tenía muchas preguntas que responder, se dijo.
Pero la melancolía tiraba de ella llevándose sus pensamientos, y su
mente no hacía más que regresar a iluminada casa que acababa de
abandonar, repasando las cosas que jamás volvería a ver. Todas sus
ropas y adornos y joyas… ¿Qué haría tía Judith con ellas? <
poseo nada—se dijo--, soy una indigente.>>
<< ¿Elena? >>
Aliviada, Elena reconoció la voz mental y la característica sombra al
final de la calle. Apresuro el paso hacia Stefan, que saco las manos del
bolsillo de la chaqueta y sostuvo las de ella para calentarlas.
--Meredith me conto donde habías ido.
--Fui a casa –respondió ella.
Eso era todo lo que podía decir, pero mientras se recostaba contra el
para hallar consuelo, supo que el la comprendía.
--Busquemos algún lugar donde podamos sentarnos –le dijo Stefan,
y se interrumpió lleno de contrariedad.
Todos los lugares a los que habían ido antes eran demasiado
peligrosos o le estaban vedados a Elena. La policía todavía tenía el
coche de Stefan.
Finalmente se limitaran a ir a la escuela secundaria, donde podían
sentarse bajo un saliente de un tejado y contemplar cómo caía la
nieve. Elena le contó lo sucedido en le habitación de Margaret.
-Voy a hacer que Meredith y Bonnie extiendan por toda la ciudad la
información de que los gatos también pueden atacar. La gente debería
saberlo. Y creo que alguien debería vigilar a Robert -concluyó.
-Le seguiremos los pasos --dijo Stefan, y ella no pudo evitar sonreír.
--Es curioso lo muy americano que te has vuelto -comente-. No había
pensado en ello desde hace mucho tiempo, pero cuando llegaste por
primera vez resultabas mucho más extranjero. Ahora nadie sabría que
no has vivido aquí toda tu vida.
-Nos adaptamos con rapidez. Tenemos que hacerlo -contestó él-.
Siempre hay países nuevos, décadas nuevas, situaciones nueva Tú te
adaptarás también.
-¿Lo haré? --Los ojos de Elena permanecieron fijos en el centelleo de
los copos que caían-- No sé...
-Aprenderás con el tiempo Si hay algo… Bueno... Respecto a lo que
somos, es el tiempo. Tenemos gran cantidad de él, tanta como
queramos --Para siempre.
«Compañeros felices para -siempre.» ¿No es eso lo que Katherine os
dijo a ti y a Damon?-murmuró Elena.
Pudo percibir cómo se ponía tenso Stefan, cómo se retiraba.
-Ella hablaba de nosotros tres --dijo--. Yo, no.
-Stefan, por favor, no lo hagas, no ahora. Ni siquiera pensar en
Damon, sólo en la eternidad. Me asusta. Todo respecto a esto me
asusta y en ocasiones pienso que simplemente quiero echarme a
dormir y no volver a despertar jamás…
Refugiada en sus brazos se sintió segura, y descubrió que sus
nuevos sentidos eran sencillamente tan increíbles de cerca como lo
eran a distancia. Oía cada latido individual del corazón de Stefan, y el
discurrir de la sangre por las venas del muchacho. Y podía oler el
propio olor característica de éste mezclado con el aroma de la
chaqueta, y la nieve, y la lana de las ropas que llevaba.
-Por favor, confía en mí --murmuró-. Sé que estás enojado con
Damon, pero intenta darle una oportunidad. Creo que hay en él más de
lo que parece haber, Y quiero su ayuda para encontrar al Otro Poder y
eso es realmente todo lo que quiero de el.
En aquel momento era totalmente cierto. Elena no quería tener nada
que ver con la vida del cazador esa noche; la oscuridad no tenía
ningún atractivo para ella. Deseó poder estar en casa sentada frente a
un buen fuego.
Pero era agradable que la abrazaran de aquel modo, incluso aunque
Stefan y ella tuvieran que sentarse sobre la nieve para hacerlo. El
aliento de Stefan era cálido cuando le besó la parte posterior del
cuello, y no percibió más señales de retraimiento en el cuerpo del
muchacho.
Ni ansia, tampoco, o al menos no de la clase que estaba
acostumbrada a percibir cuando estaban tan cerca como en aquel
momento. Ahora que ella era una cazadora como él, la necesidad era
distinta, era una necesidad de estar juntos más que de sustento. No
importaba. Habían perdido algo, pero también habían ganado algo.
Comprendía a Stefan como no lo había hecho nunca antes. Y su
comprensión los unía más, hasta hacer que sus mentes se tocaran, Se
engranaran casi una con otra. No era el ruidoso parloteo de voces
mentales; era una comunión profunda y sin palabras.
--Te amo –dijo Stefan contra su cuello, y ella le aferro con más
fuerza.
Comprendió entonces porque él había temido decirlo durante tanto
tiempo. Cuando la idea del mañana te aterraba, era difícil
comprometerse, porque uno no quería arrastrar a nadie más con él.
En especial a alguien a quien amaba.
--También yo te amo –se obligo a decir y se recostó, roto su tranquilo
estado de ánimo--. ¿E intentaras dar a Damon una oportunidad, por
mí? ¿Intentaras trabajar con él?
--Trabajare con él, pero no confiare en el. No puedo. Le conozco
demasiado bien.
--En ocasiones me pregunto si alguien le conoce en realidad. Muy
bien, pues, haz lo que puedas. Quizás podamos pedirle que sigua a
Robert mañana.
--Seguí a la señora Flowers hoy. –El labio de Stefan se curvo--. Toda
la tarde y hasta el anochecer. ¿Y sabes que hizo?
--¿Qué?
--Tres coladas… En una vieja máquina que parecía como si fuera a
explotar en cualquier momento. No tiene secadora, solo una maquina
de escurrir, esta todo abajo, en el sótano.
Luego salió fuera y lleno unas dos docenas de comederos de
pájaros. Se paso la mayor parte del tiempo allí abajo. Habla consigo
misma.
---Igual que cualquier anciana chiflada –dijo Elena--. De acuerdo; a lo
mejor Meredith se equivoca y eso es todo lo que es. –Observo el
cambio de expresión al mencionar el nombre de Meredith y añadió--:
¿Qué sucede?
--Bueno Meredith tal vez tendrá que explicar también algunas cosas.
No le pregunte al respecto; pensé que tal vez sería mejor si procediera
de ti. Pero fue a hablar con Alaric Saltzman después de clase hoy. Y no
quiso que nadie supiera adónde iba.
El desasosiego hizo acto de presencia en el estomago de Elena.
--¿Y qué?
--Pues que mintió al respecto después de eso… O al menos esquivo
el tema. Intente sondear su mente, pero mis poderes están casi
agotados. Y ella es tozuda.
--¡Tu no tenias derecho! Stefan, escúchame. Meredith jamás nos
haría daño o nos traicionaría. Lo que sea que nos oculta…
--De modo que admites que nos oculta algo.
--Si –reconoció ella de mala gana--, pero no es nada que vaya a
perjudicarnos, estoy segura. Meredith ha sido amiga mía desde el
primer año de primaria…
Sin darse cuenta, Elena dejo que la frase se desvaneciera. Pensaba
en otra amiga que había sido intima desde el jardín de infancia,
Caroline. La que la semana anterior había intentado destruir a Stefan y
humillar a Elena ante toda la ciudad.
¿Y qué era lo que había escrito en el diario de Caroline sobre
meredith?<
no pudiera actuar, solo puede reaccionar a las cosas. Además, he oído
a mis padres hablar sobre su familia…, no me sorprende que nunca la
mencione. >>
Los ojos de Elena abandonaron el paisaje nevado para buscar el
rostro de Stefan, que aguardaba-
--No importa –dijo en voz baja--. Conozco a Meredith y confió en ella.
Confiare en ella hasta el final.
--Espero que sea digna de ello. Elena –contesto él--. Realmente, lo
espero.

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