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jueves, 4 de febrero de 2010

FURIA-- CRONICAS VAMPIRICAS-- CAPITULO 13

--¿Crees que debemos mirar dentro? -preguntó Matt.
--No lo sé -respondió Elena con tono abatido.
Tenía tan pocas ganas de ver lo que había dentro de aquella tumba
como La vez que Tyler había sugerido abrirla y destrozarla.
- A lo mejor no podremos conseguir abrirla -añadió- . Tyler y Dick
no pudieron. Empezó a deslizarse sólo cuando yo me apoyé en ella.
--Apóyate en ella ahora; a lo mejor hay alguna especie de
mecanismo de resorte oculto -sugirió Alaric, y cuando Elena lo hizo, sin
obtener resultados, siguió-: De acuerdo, sujetémosla entre todos y
hagamos fuerza... así. Vamos, ahora...
Desde su posición acuclillada, alzó los ojos hacia Damon, que
permanecía inmóvil junto a la tumba, mostrando una expresión
ligeramente divertida.
Permíteme -di jo Damon, y Alaric retrocedió frunciendo el entrecejo.
Damon y Stefan agarraron cada uno un extremo de la tapa de piedra
y la alzaron.
La tapa se desprendió, emitiendo un chirrido mientras Damon y
Stefan la deslizaban hasta el suelo a un lado de la tumba.
Elena fue incapaz de acercarse más.
En su lugar, combatiendo la sensación de náusea, se concentró en la
expresión de Stefan. Él le diría qué encontrarían allí dentro. En su
mente irrumpieron distintas imágenes de cuerpos momificados de
color pergamino, de cuerpos putrefactos, de calaveras sonrientes. Si
Stefan parecía horrorizado o asqueado, repugnado...
Pero cuando Stefan miró al interior de la tumba abierta, su rostro
registró sólo una desconcertada sorpresa.
Elena no pudo soportarlo por más tiempo.
--¿Qué es?
Él le dedicó una sonrisa torcida y dijo, echando un vistazo a Bonnie:
-Ven a ver.
Elena avanzó lentamente hasta la tumba y miró abajo. Luego, su
cabeza se alzó veloz, y miró a Stefan con asombro. ¿Qué es?
--No lo se --respondió, y se volvió hacia Meredith y Alar ic- . ¿Alguno
de vosotros tiene una linterna o un poco de cuerda?
Tras echar una mirada al interior, ambos se dirigieron a sus coches.
Elena permaneció donde estaba, mirando abajo, forzando su visión
nocturna. Seguía sin poder creerlo.
La tumba no era una tumba, sino una entrada.
Ahora comprendía por qué había notado un viento helado surgiendo
de ella cuando se movió bajo su mano aquella noche. Contemplaba
una especie de cripta o sótano en el suelo. Únicamente veía una pared,
la que descendía verticalmente a sus pies, y tenía travesaños de hierro
incrustados en la piedra, como una escalera.
--Aquí tienes -di jo Meredith a Stefan, regresando-. Alaric tiene una
linterna, y ésta es la mía. Y aquí está la cuerda que Elena puso en mi
coche cuando fuimos en tu busca.
El estrecho haz de luz de la linterna de Meredith barrió la oscura
habitación del fondo.
--No veo muy adentro, pero parece vacío --indicó Stefan- . Yo bajaré
primero.
--¿Bajar? --dijo Matt-. Oíd, ¿estáis seguros de que debemos bajar?
Bonnie, ¿tú qué dices?
Bonnie no se había movido. Seguía allí de pie, con aquella expresión
totalmente abstraída en el rostro, como si no viera nada a su
alrededor. Sin decir una palabra, pasó una pierna por encima del borde
de la tumba, giró y empezó a descender.
--Vaya -di jo Stefan.
El muchacho introdujo la linterna en el bolsillo de la chaqueta, posó
una mano sobre la base de la tumba y saltó.
Elena no tuvo tiempo de disfrutar con la expresión de Alaric; se
inclinó hacia abajo y gritó.
--¿Estás bien?
-Estupendamente. - L a linterna le hizo un guiño desde abajo-.
Bonnie también llegará sin problemas. Los travesaños descienden
hasta el suelo. De todos modos, será mejor que traigas la cuerda.
Elena miró a Matt, que era quien estaba más cerca. Los ojos azules
del joven se encontraron con los suyos con expresión impotente y una
cierta resignación, y asintieron. La muchacha aspiró profundamente y
colocó una mano sobre la base de la tumba, como había hecho Stefan.
Otra mano se cerró de improviso sobre su muñeca.
- S e me acaba de ocurrir algo -di jo Meredith con tono sombrío-. ¿Y
si la entidad de Bonnie es el Otro Poder?
--Ya lo pensé hace tiempo -respondió Elena, luego dio una palmada a
la mano de Meredith, la soltó y saltó.
Se irguió sostenida por el brazo de Stefan y miró a su alrededor.
Dios mío...
Era un lugar extraño. Las paredes estaban recubiertas de piedra y
eran lisas y con un aspecto casi brillante. Incrustadas en ellas a
intervalos había candelabros de hierro, algunos de los cuales aún
mostraban restos de velas de cera. Elena no podía ver el otro extremo
de la habitación, pero la luz de la linterna mostró una verja de hierro
forjado a poca distancia, como las verjas que hay en algunas iglesias
para aislar un altar.
Bonnie alcanzaba ya el final de la escala de peldaños. La joven
aguardó en silencio mientras los demás descendían, primero Matt,
luego Meredith, luego Alaric con la otra linterna.
Elena alzó los ojos.
-¿Damon?
Podía ver su silueta recortada en el rectángulo de un negro más
claro que era la abertura de la tumba dando al cielo. -¿Sí?
-¿Estás con nosotros? -preguntó ella.
No dijo «¿Vienes con nosotros?». Sabía que él comprendería la
diferencia.
Contó cinco latidos de su. Corazón en el silencio que siguió. Seis,
siete, ocho...
El aire se arremolinó, y Damon aterrizó limpiamente. Pero no miró a
Elena. Tenía una curiosa mirada distante, y ella no consiguió leer nada
en su rostro.
- Es una cripta -decía Alaric lleno de asombro, mientras su linterna
hendía la oscuridad-. Una cámara subterránea debajo de una iglesia,
utilizada como lugar de entierro. Por lo general se construyen bajo
iglesias más grandes.
Bonnie avanzó directamente hacia la ornamentada reja y posó una
pequeña mano blanca sobre ella, abriéndola. La puerta giró hacia atrás
ante ella.
Los latidos del corazón de Elena eran demasiado veloces para que
ella pudiera contarlos. De algún modo, obligó a sus piernas a moverse
al frente, para seguir a Bonnie. Los sentidos de la muchacha eran casi
dolorosamente agudos, pero no conseguían decirle nada sobre dónde
estaba penetrando. El haz de luz de la linterna de Stefan era muy
delgado, y sólo mostraba al frente el suelo de roca y la enigmática
figura de Bonnie.
Bonnie se detuvo.
--«Ha llegado el momento --pensó Elena, y se le cortó la
respiración--. Ah, Dios mío, ha llegado; realmente ha llegado el
momento.» Tuvo la repentina e intensa sensación de estar en medio de
un lúcido sueño, uno en el que sabía que soñaba pero no podía
cambiar nada ni despertar. Los músculos de su cuerpo se trabaron.
Olía miedo en los demás, y percibía su agudo filo en Stefan, que
estaba junto a ella. La luz de la linterna del muchacho pasó rasante
sobre objetos situados más allá de Bonnie, pero al principio Elena no
comprendió qué eran. Vio ángulos, planos, contornos, y luego algo
quedó claramente definido. Un rostro lívido, colgando grotescamente
de lado...
El grito no llegó a salir de su garganta. No era más que una estatua,
y las facciones resultaban familiares. Eran las mismas que había en la
tapa de la tumba situada arriba. Esta tumba era la gemela de aquella
por la que habían entrado. Sólo que ésta había sido destrozada, la tapa
de piedra partida en dos y arrojada contra la pared de la cripta. Había
algo desperdigado por el suelo, como frágiles palillos de marfil.
«Pedazos de mármol -indicó Elena a su cerebro con desesperación-; no
es más que mármol, pedazos de mármol.»
Eran huesos humanos, astillados y aplastados.
Bonnie se dio la vuelta.
Su rostro en forma de corazón osciló corno si aquellos ojos fijos y
ciegos examinaran al grupo. Acabó mirando directa mente a Elena.
Entonces, con un estremecimiento, dio un traspié y cayó de bruces
violentamente, como una marioneta a la que han corta do los hilos.
Elena apenas consiguió sujetarla, y estuvo a punto de caer también
ella.
-¿Bonnie? ¿Bonnie?
Los ojos castaños que se alzaron para mirarla, dilatados y
desorientados, eran los ojos asustados de la propia Bonnie. --Pero ¿qué
sucedió? -preguntó Elena. ¿Adónde fue?
--Estoy aquí.
Por encima de la tumba saqueada se dejaba ver una luz neblinosa.
No, no una luz, se dijo Elena. La percibía con los ojos. Pero no era luz
según el espectro normal. Era algo más extraño que luz infrarroja o
ultravioleta, algo que los sentidos hunanos no habían sido creados
para percibir. Se la revelaba, la introducía a la fuerza en su cerebro
algún poder exterior.
--El Otro Poder -musitó, y sintió que se le helaba la sangre.
--No, Elena.
La voz no era sonido, del mismo modo que la visión no en, luz. Era
sosegada como el brillo de una estrella, y triste. Le recordó algo.
«Madre», pensó alocadamente. Pero no era la voz de su madre. El
resplandor sobre la tumba pareció arremolinarse y ondular, y por un
instante Elena vislumbró un rostro, un rostro dulce y triste. Y entonces
lo supo.
-Te he estado esperando -dijo con suavidad la voz de Honoria Fell-.
Aquí puedo hablarte por fin bajo mi propia forma y no a través de los
labios de Bonnie. Escúchame. Tienes poco tiempo, y el peligro es muy
grande.
Elena recuperó la capacidad de hablar.
--Pero ¿qué es esta habitación? ¿Por qué nos trajiste aquí?
--Me lo pediste. No podía mostrártelo hasta que lo pidieras. Éste es
tu campo de batalla.
No comprendo.
--Esta cripta la construyeron para mí los habitantes de Fell's Church.
Un lugar de descanso para mi cuerpo. Un lugar secreto para alguien
que poseía poderes secretos en vida. Corno Bonnie, yo conocía cosas
que nadie más podía saber. Veía cosas que nadie más podía ver.
--Eras médium -murmuró Bonnie con voz ronca.
--En aquellos tiempos lo llamaban brujería. Pero jamás usé mis
poderes para hacer daño, y al morir me construyeron este monumento
para que mi esposo y yo pudiéramos descansar en paz. Pero luego,
tras muchos años, nuestra paz fue perturbada.
La fantasmal luz onduló y fluyó, y la figura de Honoria vacilo.
--Otro Poder vino a Fell's Church, lleno de odio y destrucción. Profanó
mi lugar de descanso y desperdigó mis huesos. Se instaló aquí. Salió a
hacer el mal en mi ciudad. Yo desperté.
»He intentado advertirte sobre él desde el principio, Elena. Vive
aquí, debajo del cementerio. Te ha estado esperando, vigilándote. En
ocasiones bajo la forma de una lechuza...
y
Una lechuza. La mente de Elena se puso en marcha a toda prisa.
Una lechuza, como la lechuza búho que había visto anidando en el
campanario de la iglesia. Como la lechuza que había estado en el
granero, corno la lechuza en la acacia falsa junto a su casa.
«Una lechuza blanca... ave de presa... carnívora...», pensó. Y
entonces recordó enormes alas blancas que parecían extenderse hasta
el horizonte a cada lado. Un pájaro enorme hecho de neblina o nieve
que iba tras ella, concentrado en ella, lleno de deseos de matar y de
odio animal...
-¡No! -chilló al verse asaltada por el recuerdo.
Notó las manos de Stefan sobre sus hombros, los dedos clavándose
casi dolorosamente en ella. Esto la devolvió a la realidad. Honoria Fell
seguía hablando.
- Y a ti, Stefan, te ha estado vigilando. Te odiaba a ti antes, de odiar
a Elena. Te ha estado atormentando y jugando contigo corno un gato
con un ratón. Odia a aquellos a quienes amas. Está lleno de amor
envenenado.
Elena miró involuntariamente a su espalda. Vio a Meredith, Alaric y
Matt de pie, paralizados. Bonnie y Stefan estaban junto a ella. Pero
Damon... ¿dónde estaba Damon?
-Su odio ha crecido hasta tal punto que cualquier muelle servirá,
cualquier sangre derramada le proporcionará placer En estos
momentos, los animales que controla están saliendo furtivamente del
bosque. Se dirigen a la ciudad, hacia las luces,
¡El Baile de la Nieve! -dijo Meredith repentinamente
-Sí. Y esta vez matarán hasta que el último de ellos sea abatido.
-Tenemos que avisar a esa gente -di jo Matt-. A todo el mundo en el
baile... jamás estaréis a salvo hasta que la mente que los controla no
sea destruida. La matanza seguirá. Debéis destruir el Poder que odia;
por eso os he traído aquí.
Hubo otra fluctuación en la luz; parecía que se retiraba. -Tenéis el
valor, si podéis hallarlo. Sed fuertes. Ésta es la única ayuda que puedo
daros.
--Aguarda... por favor... empezó a decir Elena.
La voz siguió hablando implacable, sin prestarle atención.
-Bonnie, tú tienes una elección que hacer. Tus poderes secretos son
una responsabilidad. También son un don, uno que se puede perder.
¿Eliges renunciar a ellos?
-Yo... -Bonnie sacudió la cabeza, asustada-. No lo sé. Necesito
tiempo...
- N o hay tiempo. Elige.
La luz menguaba, derrumbándose sobre sí misma.
Los ojos de Bonnie estaban desconcertados y vacilantes mientras
escudriñaban el rostro de Elena en busca de ayuda.
--Tú eliges -murmuró Elena-. Tienes que decidir por ti misma.
Poco a poco, la incertidumbre abandonó el rostro de Bonnie, y ésta
asintió. Se apartó de Elena, sin apoyarse en nadie, y se volvió de
nuevo hacia la luz,
--Los conservaré -dijo con voz ronca-. Lidiaré con ellos de algún
modo. Mi abuela lo hizo.
Hubo un parpadeo de algo parecido a diversión procedente de la luz.
--Has elegido sabiamente. Espero que también los uses así. Ésta es
la última vez que os hablaré.
-Pero...
- M e he ganado mi descanso. La pelea es vuestra.
Y el resplandor se desvaneció como los últimos rescoldos de un
fuego moribundo.
Desaparecido éste, Elena pudo sentir la presión a su alrededor. Algo
iba a suceder. Una fuerza aplastante se dirigía hacia ellos, o pendía
sobre ellos.
--Stefan...
Stefan también lo percibió; Elena se dio cuenta de ello.
--Vamos -di jo Bonnie con voz aterrada-. Tenemos que salir de aquí.
-Tenemos que llegar al baile -jadeó Matt, que tenía el rostro lívido-.
Tenemos que ayudarlos...
--Fuego -exclamó Bonnie con expresión sobresaltada, como si la idea
acabara de ocurrírsele-. El fuego no los matará, pero los mantendrá
alejados...
- ¿No escuchaste? Tenemos que enfrentarnos al Otro Poder. Y está
aquí, justo aquí, justo ahora. ¡No podemos marchar! -gr i tó Elena.
Su mente estaba llena de desconcierto. Imágenes, recuerdos y un
terrible presentimiento. Sed de sangre... La percibía...
-Alaric. -Stefan habló con tono autoritario-. Tú regresa Llévate a los
demás; haced lo que podáis. Yo me quedaré...
¡Creo que todos deberíamos marchar! -chilló Alaric, que tuvo que
gritar para hacerse oír por encima del ruido ensordecedor que los
envolvía.
La luz zigzagueante de su linterna mostró a Elena algo que no había
advertido antes. En la pared que tenía al lado habla un gran agujero,
como si hubiesen arrancado el revestimiento de piedra. Y al otro lado
había un túnel abierto en la tierra misma, negro e infinito.
«¿Adónde conduce?» se preguntó, pero el pensamiento se perdió en
medio del tumulto de su miedo. «Lechuza blanca… ave de presa...
carnívora... cuervo», pensó, y de improviso supo con cegadora claridad
a qué temía.
-¿Dónde está Damon? -chilló, haciendo girar a Stefan al girar ella
para mirar. ¿Dónde está Damon?
-¡Salid! -gri tó Bonnie, la voz aguda por el terror, y se arrojó en
dirección a la reja justo cuando el sonido hendió la oscuridad.
Era un gruñido, pero no el gruñido de un perro. Jamás se le podría
haber confundido con él. Era mucho más profundo y pesado, más
resonante. Era un sonido enorme y apestaba a jungla, a la sed de
sangre de la cacería. Resonó en el pecho de Elena e hizo vibrar sus
huesos.
La paralizó.
El sonido volvió a dejarse oír, hambriento y salvaje, pero en cierto
modo casi perezoso. Con una gran seguridad en sí mismo. Y con él se
oyeron pesadas pisadas que surgían del túnel.
Bonnie intentaba chillar, pero sólo emitía un débil sonido sibilante.
En la oscuridad del túnel, algo iba hacia ellos. Una figura que se movía
con un largo y esbelto balanceo felino. Elena reconoció entonces el
gruñido. Era el sonido del más grande de los felinos cazadores, más
grande que un león. Los ojos del tigre brillaron amarillos al llegar al
final del túnel.
Y entonces todo sucedió a la vez.
Elena notó cómo Stefan intentaba empujarla hacia atrás para
quitarla de en medio. Pero sus petrificados músculos eran un
impedimento para él, y ella sabía que era demasiado tarde.
El salto del tigre fue la gracia personificada, con los poderosos
músculos proyectándolo por el aire. En ese instante, la muchacha lo
vio como atrapado en la luz de una flash, y su mente reparó en los
enjutos y relucientes flancos y en la flexible columna vertebral. Pero su
voz chilló independientemente:
--¡Damon, no!
Sólo cuando el negro lobo saltó de la oscuridad para ir a su
encuentro reparó en que el. Tigre era blanco.
La carga del gran felino quedó deshecha por la arremetida del lobo,
y Elena sintió cómo Stefan la arrancaba de donde estaba, empujándola
a un lado para ponerla a salvo. Los músculos de la muchacha se
habían fundido igual que copos de nieve, y cedió atontadamente
cuando él la apretó contra la pared. La tapa de la tumba se encontraba
entre ella y la. Rugiente figura blanca, pero la. Verja estaba al otro lado
de la pelea.
La propia debilidad de Elena era en parte terror y en parte
desconcierto. No comprendía nada; la confusión rugía en sus oídos.
Hacía un momento había estado segura de que Damon había estado
jugando con ellos todo aquel tiempo, que había sido el Otro Poder
desde el principio. Pero la malicia y la sed de matar que emanaban del
tigre eran inconfundibles. Eso era lo que la había perseguido en el
cementerio y desde la casa de huéspedes hasta el río y la muerte. Ese
Poder blanco que el lobo negro combatía para matarlo.
Era un combate imposible. El lobo negro, no obstante lo despiadado
y agresivo que pudiera ser, no tenía la menor posibilidad. Un zarpazo
de las enormes garras del tigre desgarró el hombro del lobo hasta el
hueso, y las fauces del felino se abrieron con un rugido mientras
intentaba cerrarlas como una trituradora sobre el cuello del lobo.
Pero entonces actuó Stefan, dirigiendo la luz de la linterna
directamente a los ojos del felino y apartando violentamente al lobo a
un lado. Elena deseó gritar, deseó hacer algo para liberar el torrente
de aflicción de su interior. No comprendía; no comprendía nada. Stefan
estaba en peligro. Pero ella no podía moverse.
-¡Salid! -gritó Stefan a los demás-. ¡Hacedlo ahora; salid!
Más veloz que cualquier humano, se apartó como una exhalación del
camino de una zarpa, manteniendo la luz en los ojos del tigre. Meredith
ya estaba al otro lado de la verja. Matt medio cargaba medio
arrastraba a Bonnie. Alaric cruzaba.
El tigre saltó, y la verja se cerró con un fuerte golpe. Stefan cayó a
un lado, resbalando mientras intentaba incorporarse de nuevo a toda
prisa.
- N o os vamos a dejar... -gritó Alaric.
. --iMarchad! -chilló Stefan-. Llegad al baile. ¡Haced lo que podáis!
¡Marchad ya!
El lobo volvía a atacar, a pesar de la sangre que manaba de las
heridas en la cabeza y del hombro, donde músculo y tendón quedaban
al descubierto, relucientes. El tigre se revolvió. Los sonidos animales
alcanzaron un. Volumen que Elena era incapaz de soportar. Meredith y
el resto se habían ido; la linterna de Alaric había desaparecido.
-iStefan! -chilló, viéndole preparado para volver a saltar a la lucha.
Si él moría, ella moriría también. Y si ella tenía que morir, quería
hacerlo con él.
La parálisis la abandonó, y avanzó tambaleante hacia él, sollozando,
alargando los brazos para aferrarse con firmeza. Sintió su brazo
alrededor de ella mientras la sujetaba colocando el cuerpo entre ella y
el ruido y la violencia. Pero Elena era tozuda, tan tozuda como él. Se
retorció, y a. continuación se enfrentaron a aquello juntos.
El lobo había caído. Yacía sobre la espalda, y aunque el pelaje era
demasiado oscuro para que se viera la sangre, un charco rojo se
formaba debajo de él. El felino blanco se alzaba sobre él, las fauces
abiertas a unos centímetros de la vulnerable garganta negra.
Pero el mordisco mortal en el cuello no llegó. En su lugar, el tigre
alzó la cabeza para mirar a Stefan y a Elena.
Con una calma extraña, Elena se encontró advirtiendo diminutos
detalles en el aspecto del animal.
Los bigotes eran rectos y delgados, como alambres de plata. El
pelaje era de un blanco níveo, con tenues listas que parecían oro sin
bruñir. Blanco y oro, se dijo, recordando la lechuza del granero. Y
aquello despertó otro recuerdo... de algo que había visto... o de algo
que había oído mencionar...
Con un potente manotazo, el felino lanzó lejos la linterna que Stefan
tenía en la mano. Elena le oyó sisear de dolor, pero ya no podía ver
nada en la oscuridad. Donde no había luz, incluso un cazador estaba
ciego. Aferrándose al muchacho, aguardó a sentir el dolor del golpe
letal.
Pero de improviso la cabeza empezó a darle vueltas; estaba llena de
niebla gris y arremolinada, y ella era incapaz de seguir agarrándose a
Stefan. Era incapaz de pensar, incapaz de hablar. El suelo parecía
desaparecer bajo sus pies. Vagamente, comprendió que usaban poder
contra ella y que estaba aplastando su mente.
Sintió que el cuerpo de Stefan cedía, se desplomaba, se alejaba de
ella, y ya no pudo oponerse a la niebla. Cayó durante una eternidad, y
ni siquiera se dio cuenta cuando golpeó contra el suelo.

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