Paul Wesley e Ian Somerhalder son los hermanos Stefan y Damon Salvatore en ‘Crónicas vampíricas’, serie que emite TNT (jueves, 22.15 horas) y que el jueves, 22, estrena también TV-3. Ambos son vampiros, pero mientras Stefan reprime constantemente sus deseos de probar la sangre, Damon da rienda suelta a su instinto. Y, claro, siembra el miedo en el pueblo de Mystic Falls. Entre ellos dos hay ¿cómo no¿ una mujer, Elena Gilbert, la actriz Nina Dobrev.
Ian Somerhalder y Paul Wesley.
¿Qué habilidad de sus personajes les gustaría tener en la realidad?
IAN SOMERHALDER: La fuerza y el poder mental. Podría hacer que todos vosotros pensarais lo que yo quisiera.
PAUL WESLEY: Voy a copiarme. Escogería lo mismo, poder mental.
Después de hacer la serie, cuando oyen la palabra ‘sangre’, ¿qué piensan?
P. W.: Yo pienso en jarabe de trigo. Una vez que simulaba que bebía sangre en un rodaje me hicieron beber ese jarabe.
I. S.: A mí me da hambre, la verdad.
P. W.: También pienso en venas. Son muy sabrosas. Parecen espaguetis. ¡Enséñame la muñeca, Ian! (Risas)
¿Eran fans de las historias de vampiros, antes de participar en esta?
P. W.: Era admirador de Anne Rice. Creo que era fantástica. También me gustaban las películas antiguas de vampiros, pero no era fanático del tema.
I. S.: A mí me pasa lo mismo: apreciaba el género pero tampoco era un loco de los vampiros. Siempre viví de cerca la mística de los vampiros, que rodea a Nueva Orleans, el lugar donde crecí.
¿Creen que Crónicas vampíricas se podía haber hecho hace 10 años?
I. S.: No con la buena acogida de esta temporada. El éxito de la saga ‘Crepúsculo’ nos ha allanado el terreno a producciones posteriores.
P.W.: Sí. Participé en una serie en el 2001 que se llamaba ‘Wolf lake’, en la CBS. Se canceló enseguida. Fracasó. La audiencia no estaba preparada en ese momento.
Hablando de Crepúsculo, ¿cree que su serie ha resistido las inevitables comparaciones?
I. S.: Completamente. La trama inicial es bastante parecida en ambos casos: la chica mortal que se enamora del vampiro, pero…
P. W.: Si ves algo más que el capítulo piloto enseguida notas que es diferente y que hay algo más.
¿Se imaginan cambiando de rol e interpretando el papel del otro?
P. W.: No solo es que lo imagine… ¡Es que hice una prueba para ese papel al principio y no me lo dieron!
I. S.: Yo sí me veo. Creo que Stefan es un personaje increíblemente conmovedor, con muchos conflictos. Y a lo largo de mi carrera (si lo puedo llamar así) he tendido más hacia este tipo de personajes. Precisamente por eso me hacía tanta ilusión interpretar a Damon, porque suponía un cambio. Por contra, Paul tendía a hacer más papeles que se parecían a Damon. Fue un cambio para los dos.
P. W.: Pero lo más interesante es que nuestros personajes tienen mucho en común y van tomando características del otro a medida que la historia progresa.
¿Qué les parecen las escenas en las que aparecen sin camiseta?
I. S.: Me encantan los momentos en los que Paul enseña el torso porque la audiencia sube.
P. W.: No tengo nada que añadir (risas).
¿Les atrae la idea de vivir para siempre, como un vampiro?
I. S.: A mí, no. Entre ser un vampiro o morir, prefiero lo segundo. Aunque luego piensas: «Espera un momento. No, no¿ podríamos ser vampiros durante todo el tiempo que quisiéramos y luego elegir morir en el momento en que nos fuera bien».
P. W.: Aunque luego te podrías volver adicto a la vida (risas).
¿Por qué creen que las series de vampiros tienen tanto éxito?
I. S.: Detrás hay una buena manera de contar historias. Creo que los vampiros encarnan lo rebelde, lo alternativo. Y siempre acabamos fascinados por este tipo de arquetipos.
¿Creen que la televisión es ahora igual de prestigiosa que el cine?
I. S.: Hay más calidad en la televisión.
P. W.: Eso es porque ahora tenemos más canales y más libertad. Antes había 10 canales y estaba bastante estipulado lo que un actor tenía que hacer.
I. S.: El cable ayudó a cambiar la tele. Además, en los dos últimos años, la calidad de las películas ha caído en picado. Los estudios no hacían filmes buenos y las cifras de taquilla bajaban. Eso ha dado la oportunidad a la tele de acoger muy buenas historias. La calidad sube y, con ella, los presupuestos. Ahora ven que es importante.
Es un medio que llega a mucha gente.
P. W.: Sí. Hay que tener en cuenta eso, la gran audiencia que tiene.
I. S.: Imaginemos a toda la gente que ha visto Perdidos pagando por ir al cine. Además, en los años 80 y los 90, si hacías televisión después, la mayoría de las veces no podías dar el salto y hacer películas. Ahora es al revés: casi no puedes hacer cine si antes no has hecho tele.
P. W.: Puedes, pero es más difícil hacer cine si no has pasado por la tele.
I. S.: Es mucho más duro y te lleva mucho más tiempo. Los empresarios del cine no quieren dar a los actores trabajos en películas que no pueden publicitar. Por eso la tele se ha convertido en un trampolín. Somos muy afortunados de estar en una serie saludable.
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